Diario de León

Secuestrado por combatir al Daesh

Se llama Delil, es leonés y combate en el kurdistán iraquí contra los terroristas del Isis. Acaba de llegar a España después de pasar cien días en una cárcel de los servicios secretos del PDK. Denuncia la connivencia de sus carceleros con el cónsul honorario de España en la zona y sugiere que existe una red de extorsión que secuestra a los brigadistas para obtener rescates. «La embajada no movió un dedo por mí»..

jesús f. salvadores

jesús f. salvadores

Publicado por
León

Creado:

Actualizado:

cristina fanjul | león

«Lo primero que te dan cuando llegas son dos granadas y el arma». Nadie puede caer en manos del Daesh. «Antes de que hagan propaganda con mi cuello, me vuelo por los aires y me llevo a dos o tres conmigo». Delil es un combatiente leonés, aunque lo primero que hay que decir de Delil es que ese no es su nombre, o al menos no el real, o sí. Delil significa coraje en kurdo y fue el nombre que le dieron cuando llegó a Sinjar hace cuatro años. Desde entonces ha tenido cuatro «rotaciones» y la última estuvo a punto de ser la definitiva. Detenido por el PDK, ha pasado cien días en un centro de detención de los servicios secretos de Masud Barzani en Erbil. «Nos detuvieron en Zaho», explica este ex militar que ejerce de médico junto al YBS, las milicias de autodefensa de Sinjar, a las que se unió después de contemplar las imágenes de la matanza de la población yazidí cometida por los terroristas del Daesh. «Nadie hacía nada, a ningún país parecía importarle. Nada. Mataban a los niños delante de sus padres, violaban a las niñas y las vendían... Yo he decidido moverme e impedir además que lo que pasa allí llegue a España», explica. Delil rechaza el calificativo de mercenario. «No luchamos por dinero, lo hacemos por convicción», asegura mientras subraya que allí la vida no está teñida de la placidez occidental. «Nada tiene el mismo significado. Todo está sembrado de minas. En un día normal, puedo atender cien o más heridos. El Daesh te manda un dron o te lanza morteros, las familias se despiden por la mañana con efusión porque puede que esa misma noche ya no vuelvan a casa...» Un día, Delil y sus compañeros vieron un niño herido en mitad de la carretera. «Tenía un disparo en la pierna», recuerda. Cuando acudieron a socorrerle, saltó por los aires. No es una imagen insólita. Por eso, Delil no entiende como alguien puede preguntarle la razón por la cual regresará. «Es más, estuve a punto de romper mi pasaporte español»...

Estuvo cien días retenido en la celda número 2 junto a otras 198 personas; apenas 65 metros cuadrados en los que ni siquiera se podían poner en pie. Y, a día de hoy, «ni siquiera sabemos las razones por las que fuimos detenidos. Nunca nos lo comunicaron, ni acudieron a ayudarnos»... Cien días en los que Delil sufrió palizas a manos de los guardias, cien días durante los que convivió con muertos — «había presos que se suicidaban rompiéndose el cuello con las mantas o cortándose las venas con los alambres de un yogur», rememora, cien días en los que nadie les dio una explicación, más de tres meses de terror durante los que, asegura, sus allegados no recibieron ni una sola llamada de la Embajada española. Uno de sus familiares explica que al principio tan sólo les dijeron que estaban «retenidos». «Y que no nos preocupáramos, que estaban bien», denuncian. La misma persona subraya que tuvo que llamar en incontables ocasiones a la Embajada española en Irak sin que, según sostiene, nadie «moviera un dedo». «Empezaron a hacerme caso cuando hablé con la prensa. Fue uno de los miembros de la propia embajada quien me lo recomendó», dice.

Delil se muestra contundente y asegura que cuando algún combatiente español se pone en contacto con el cónsul para comunicarle que va a trasladarse (de vuelta a España) es recibido por los servicios secretos de Barzani. Y es que para los brigadistas de las YBS, la unidad yazidi donde combate el médico leonés, la salida es espacialmente complicada puesto que el regreso debe realizarse de manera obligatoria a través del territorio del PDK. Así que, Delil sugiere que todo es un negocio, un negocio por el que los servicios secretos de Barzani exigen un rescate a los familiares a cambio de liberar a los combatientes españoles. Y hay cientos. Esta red de extorsión puede obtener entre mil o tres mil euros por cada ‘retenido’. «El propio cónsul le dijo al padre de otro español detenido que liberarle le costaría tres mil euros», denuncia.

La labor del cónsul

En la cárcel había seis celdas. En la sexta, estaban los presos del Daesh, en teoría... «Hay tanta gente encarcelada que no hay sitio, con lo que mezclan a todos. A veces, vienen de Turquía y se llevan a algunos. Erdogan tiene un acuerdo con el PDK», asegura Delil, que añade que cuando alguno de los miembros del YBS se acercaba a la cárcel a preguntar por él, quedaba retenido. La masificación hizo que tuviera que convivir, que dormir pegado a miembros del Daesh, a los que incluso tuvo que salvar la vida. «No te lo planteas. Simplemente tienes el deber de ayudar», dice.

Las denuncias de Delil no se detienen en la ‘labor’ del cónsul que, «ni siquiera habla español». Los familiares del médico aseguran que les dijeron que su estancia en prisión se prolongaría. «Al día siguiente, me liberaron», manifiesta el combatiente español, que revela que fueron sus propios compañeros del YBS los que le sacaron de la cárcel. «Me compraron el billete de avión, me reservaron el hotel de El Cairo, todo me lo pagó la milicia mientras la Embajada española, la que tiene la misión, la obligación de defenderme, se comportó de manera vergonzosa», acusa. Delil añade que tanto él como a los otros dos españoles con los que compartió estancia en la cárcel han sido advertidos en contra de su regreso. «Yo soy residente kurdo. Volveré siempre que quiera y el trabajo de la Embajada es velar por mí», recuerda.

Delil no olvidará esos cien días, ni la celda de castigo (una sórdida celda de cuatro por cuatro sin luz ni agua) a la que le llevaban cada vez que Cruz Roja visitaba la cárcel, ni las palizas a niños que presenció, ni la locura de soportar una televisión encendida las 24 horas del día con versos coránicos a todo volumen para impedir que conciliara el sueño, ni el frío, ni la enfermedad. Pero, a pesar de todo, regresará. «Ni por un momento he pensado en no hacerlo», dice con convicción. «¿Sabes? Hemos conseguido que la gente no se muera». Asegura que desde que los españoles están en Sinjar, Cruz Roja lleva medicamentos a la zona y hay escoltas para las ambulancias. «Antes de eso, los sanitarios aparecían con las cabezas cortadas por el Daesh en los rotativos de los coches de emergencia», lamenta. Delil explica que él mismo ha tenido que atender heridos con una mano mientras con la otra responde a los disparos de los terroristas. Y, sin embargo, reconoce que tiene miedo de que les acusen de pertenencia a un grupo armado.

Delil subraya que una de las razones por las que siempre volverá es que allí descubres qué tipo de personas eres. «No luchas por un sueldo sino por ayudar a la gente y cuando te levantas sabes que ese día alguien se beneficiará de lo que haces. Ese niño al que he salvado la vida, mañana tendrá una familia», dice con satisfacción.

Además, advierte de que con el Daesh hay más de 50.000 europeos que regresarán «antes o después». Delil avisa de que los terroristas del autodenominado Estado Islámico no desaparecen. «Se afeitan y se convierten en campesinos; esperan a que llegue de nuevo su momento», asegura. Uno de los compañeros de Delil, Agir, reconoce que una de las razones por las que viajó a Irak fue su hijo. «Si no tuviera hijos puede que no hubiera llegado tan lejos». Delil interviene para explicarlo con una imagen clarificadora: «Una vez llegué a un hospital de campaña en el que había 150 niños y, sin embargo, no se oía un llanto»...

tracking