Diario de León
Publicado por
GARCÍA TRAPIELLO
León

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Que sepas que se sabía... Vela Zanetti también pintó las paredes de un otro piso particular en León... lo alquiló en 1931 en la avenida «1 de Mayo», allí donde la ciudad acababa de cuajo dando entrada (o salida) a la carretera de Carbajal de la Legua, que llamaré «de la Lengua» viendo cómo la tenían de larga las mozas y paisanas lecheras que veíamos llegar de ese pueblo cada día con sus cántaras en burras o bicicletas, avenida que al poco llamarían «18 de Julio» por cuarenta años y que acabó finalmente prolongando al «Padre Isla». El Nº 20 de esa calle era el sitio y la casa aún sigue en pie. Aquí te lo conté ya, sin duda, pero siempre es noticia amena, discúlpame la repe y el redunde.

La casa era del afable señor Paco, un recio montañés del Luna regentando además en su esquina con la Calle de la Cuesta un bar que también era «despacho de bebidas». Supe mucho después por su hijo Julián que el ilustre pintor estuvo viviendo allí largos meses y que acabó debiendo tantos alquileres que un buen día (no tan bueno para el dueño) y sin más noticia después, desapareció, no volvió jamás... y que, al efecto, había dejado allí su maleta (vacía) para no levantar alarmas en su esfumarse con disimulo, así que tras dejar pasar un tiempo, el señor Paco decidió entrar al piso y proceder. No encontró más efecto personal que la maleta y alguna ropa vieja, pero se quedó pasmado al ver que algunas paredes estaban pintadas al fresco por aquel «genio en ciernes», grandes cuadros murales, motivos decorativos aquí y allá, ¡el primer tesoro muralista del joven «Vela Zanussi»!... pero con buen criterio, airado y expeditivo, el señor Paco llamó a los pintores para que sepultaran aquella tormenta de mal gusto y cristianaran los tabiques, pues allí reinaba el adefesio y una grande y desnuda mujer, in púribus, diosmío, vade retro... bueno era el señor Paco, católico de rigor y también primo carnal de monseñor Muñohierro, Arzobispo de Sión y Vicario General Castrense, que todos los años venía a verle y nos daba caramelos a los niños por besarle el anillo... ¡qué buenos los obispos que siempre piensan en los niños!...

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