Diario de León

SOCIEDAD

El día que Franco dijo ‘sí’ al bikini

El alcalde de Benidorm arrancó el beneplácito tras ir al Pardo en Vespa

El bikini en Benidorm en el libro de Pedro Zaragoza. E.M.

El bikini en Benidorm en el libro de Pedro Zaragoza. E.M.

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J. LUIS ÁLVAREZ | MADRID
León

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España es referencia mundial en materia de turismo y Benidorm es uno de sus destinos por excelencia. Pero no siempre fue así y su ‘boom’, en parte, se lo debe a su alcalde más recordado, Pedro Zaragoza Orts (1922-2008); a su empeño por recibir a los viajeros que buscaban el triple tópico de sol, playa y paella; y también al bikini, aquella lujuriosa prensa que hace 65 años tuvo su estreno legal en las playas de la ciudad de la Marina Alta alicantina.

España trataba de levantarse tras una guerra civil devastadora y Benidorm no era más que un pequeño pueblo cuyas gentes se dedicaban a la pesca y poco más. Pedro Zaragoza se propuso hacer de la localidad destino del turismo y símbolo de la modernidad y del desarrollismo del régimen. La ciudad comenzó a crecer hacia el cielo y los turistas a colonizarla. Y con ellos llegó el escándalo: el bikini.

La prenda fue estrenada el 4 de julio de 1946 en la piscina ‘Molitor’ de París. Su presentación cayó como una bomba en el mundo de la moda. Una bomba como las nucleares que en aquellos años se probaban en un remoto lugar del océano Pacífico, en el conocido como atolón de las Bikini. De ahí su nombre. La censura franquista podía dejar pasar algunas imágenes de famosas en bikini. Marilyn Monroe o Brigitte Bardot fueron las primeras en vestirlo y aparecer en las revistas. Pero en España nada de ver bikinis sobre carne y hueso en los arenales nacionales. Ajenas al veto, las turistas viajaban a España con la controvertida prenda. La utilizaban sin preocupación hasta que un buen día la Guardia Civil impuso una multa por escándalo público, de esas con muchos ceros, a una joven extranjera que se acercó en bikini a un bar playero de Benidorm a pedir un refresco.

Corría 1953 y el alcalde Zaragoza Orts, que había exhortado a sus vecinos a que no se metieran con los turistas, montó en cólera. Ni corto ni perezoso, se subió en su Vespa y puso rumbo al Palacio de El Pardo para abordar el asunto con el mismísimo Francisco Franco. El arzobispo de Valencia, Marcelino Olaechea, voz muy crítica contra el ‘desmadre’ que habitaba Benidorm, había amenazado al primer edil con la excomunión. Al final, la sangre no llegó al río y el bikini fue autorizado en las playas de Benidorm, y por ende en las de todo el país.

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