Diario de León

El baile del ahorcado

Bajarse al reino

León

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Fracisco Álvarez Cascos bajó este fin de semana a León para rendir tributo a los reyes de León como calentamiento previo al superdomingo electoral. Todos barruntan que las próximas votaciones serán el principio de muchas cosas y el ex ministro de Aznar no quiere quedar fuera del tablero. El Noroeste, ese territorio cada vez más ignoto, volátil y desértico, se ha convertido en la nueva Cruzada de los señores feudales que lo vendieron —aquí, como entonces, da igual moro que cristiano— a cambio de un puesto en la Corte. Para descubrir quién tiene aspiraciones políticas, el camino más sencillo es buscar en su discurso el número de veces que pronuncia su nombre en vano. Hagan la prueba. Puede que se lleven sorpresas. Cuando un concepto se manosea demasiado, pierde su virginidad, desaparece la esencia con la que se ideó, y se convierte en una palabra yerma de significado. No existe ya el Noroeste porque sus coordenadas han quedado fuera de todos los mapas y sólo queda que cuantos lo conocieron lo olviden. No tardará demasiado en vista del holocausto demográfico al que nos han condenado. Necesitamos que Luis Mateo Díez, José María Merino y Juan Pedro Aparicio desempolven la güija para conjurar a Sabino Ordás. Nunca como ahora su magisterio ha sido tan necesario. Hay tantos nombres, que una pierde la cuenta. Celama, Maqueda, Lot, Petavonium... lugares para referirse a lo mismo, una tierra que alumbra la vida como trayecto hacia el olvido y la ruina. Ahora, cuando ya todo está perdido, llegan los nuevos salvadores, los mismos que diseñaron el proyecto de toda la degradación, para salvarnos de nosotros mismos. Y ahí, en primera fila, tienen a Cascos, fotografiándose en el Panteón Real, el lugar de las esencias de un momento que se ha convertido ya en el equivalente hispano de Yoknapatawpha, el mundo en el que todos los personajes miran de manera irremediable hacia el pasado, ese en el que tan sólo los esclavos son capaces de perseverar en la creencia de la salvación. Todo lo demás, ya saben, no es más que un cuento relatado por un idiota, lleno de ruido y furia, que nada significa.

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