La dictadura infantil

Te abollaba el orgullito en tu etapa escolar el estar dentro del rótulo «infantiles» en aulas o actividades, categoría de la que se sueña huir cuanto antes al no haber cosa peor que lo infantil, esa viva certeza de ser un cero a la izquierda, etapa en la que todo el mundo puede alzarte la voz o darte collejas sin que logres devolver nunca ni una sola siquiera o de refilón... y se te hacía eterno ese tramo catecúmeno esperando una justa rebelión que nunca llega hasta la adolescencia, edad cruel en la que las voces nos las damos nosotros mismos y se nos ponen cebones los complejos.

Infantil, nada bueno. Y será algo ridículo que quieras acogerte al consejo evangélico de «si no os hacéis como niños»... porque «no entraréis a solas conmigo en la sacristía», quizá pueda deciros un páter baboso (los jesuitas catalanes anunciaron muy solemnes hace poco: «investigaremos la pederastia interna de los últimos 60 años»... y la que no sea interna o tenga más años ¿no es su causa ni obligación?).

Así que, ya adulto, lo peor que pueden llamarte es infantil, pueril, pues te están diciendo que no has logrado superar esa etapa que sigue siendo, confiésalo, la secreta patria de tus gustos, tus inopias y tus simplezas.

Quienes saben definen estos tiempos de zozobra (má vale que zu zobre y no que zuz falte, inzizte el Zumbón de Zanluca) como infantiles y cautivos del consumismo, del hedonismo (¿tatuástete ya «carpe diem» n’el nabu?), del mínimo esfuerzo y de la fantasía. Tiempo pueril. Lógico que lo infantil establezca la Dictadura del Niño, ese «sujeto de derechos y juguetes» que, si recibe una voz o un capón, vienen detrás jueces y psicólogos, niño que se enroca, que chantajea y que acaba con un máster de «Llorica Manteles» al que todo disgusta, así que no llores si tu crío te tiraniza, es tu obra, tu espejo... y te imita porque también a ti te chifla ser un tiranuelo infantil... todo lo que te contraría o disgusta lo acallas o fulminas disparando los cañonazos de largo alcance que te brindan las redes a las que asomas como brigada pateando cojones... porque tú también eres sujeto de derechos y juguetes.