Diario de León
Publicado por
León

Creado:

Actualizado:

e venido a prender fuego en el mundo, ¡y cuánto deseo que ya esté ardiendo! Con un bautismo tengo que ser bautizado, y qué angustia sufro hasta que se cumpla! ¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra? No, sino división» (cf. evangelio: Lc 12,49-53). Estas palabras, a primera vista escandalosas, proceden de un corazón abrasado en amor: el Corazón de Cristo. Él ha venido a este mundo para que los hombres, tantas veces dominados por el egoísmo, el odio, la envidia y la insolidaridad, se conviertan, recobren el amor del Padre y así se salven. Y desea que ese fuego de amor consuma la tierra. Él mismo en persona es ese fuego, el fuego del Espíritu que quema y destruye todo lo que se opone a Dios y al Evangelio. Por eso nosotros, creyentes en Jesucristo, cuando oímos estas palabras suyas, no podemos menos de arrojarnos a esa hoguera que es el Corazón de Cristo. Ahí queda destruido nuestro pecado y purificado nuestro espíritu que se inflama en fe, esperanza y caridad. De ahí procede también nuestro impulso para ‘encender y hacer que arda’ todo cuanto está a nuestro alrededor. Los discípulos de Jesús tendríamos que quemar de amor. Deberíamos desear, como Él, que la tierra ardiera, que todos escucharan y acogieran con fe el mensaje del Evangelio, que los ambientes, las instituciones y las estructuras se ajustaran cada vez más a lo que Jesús ha dicho y ha hecho. Nadie debería estar en nuestra presencia sin sentir la quemazón de la gracia y de la caridad de Cristo. El mundo desea la manifestación de los hijos de Dios (cf. segunda lectura: Heb 12,1-4). La verdad sólo tiene un camino; la justicia no se puede «rebajar» y la prioridad del Reino de Dios no es negociable. Y nosotros, los cristianos, debiéramos ser los que ayudaran a que esta tierra nuestra, que se debate entre el dolor y la desesperación, se convierta en una realidad nueva, más justa, más solidaria, más humana, más conforme a los valores del Evangelio de Jesucristo.

tracking