Diario de León

Las novias que León envió a Australia

Tras una tentadora oferta de trabajo, más de una treintena de jóvenes leonesas, menores de 35 años, se embarcaron en un viaje, para la mayoría, sin retorno. El llamado ‘Plan Marta’, auspiciado por la Iglesia, consiguió mujeres para cientos de australianos

León

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Buscaban chicas de servicio, como se decía entonces. En sólo un mes se apuntaron 22 leonesas al llamado Plan Marta o Martha, gestionado directamente por la Oficina Diocesana de Emigración. En realidad, fue una auténtica caravana de mujeres, enviadas a Australia, un inmenso territorio poblado mayoritariamente por hombre, con el propósito de que formaran familias cristianas. Las condiciones de trabajo eran irresistibles. Un sueldo de 5.000 pesetas mensuales para una estancia mínima de dos años. En León muchas empleadas del hogar solo recibían cama y comida o sueldos miserables. Un régimen de semiesclavitud, con una tarde libre a la semana, y expuestas a todo tipo de humillaciones, incluidos los abusos sexuales.

Las «señoritas», como explicaba el periodista Pacho Reyero en un artículo publicado en este periódico el 28 de febrero de 1962, «tienen que tener entre 23 y 35 años. Se admite, en principio, a todas las que lo soliciten».

Las aspirantes eran sometidas a un reconocimiento médico en León. Seguramente, además de verificar su buen estado de salud y, por tanto, que eran aptas para desempeñar labores domésticas, el facultativo buscaría indicios de un posible embarazo. Posteriormente, en Madrid pasaban otro minucioso examen, realizado por médicos australianos. Pese a todo, en el ‘avión de las novias’ viajó más de una embarazada y alguna madre soltera.

Leontina conversa con Cristina. ALISA YULDYBAEVA

A las ‘Martas’ se les daba un cursillo acelerado en la capital de España sobre trabajos domésticos, así como una especie de ‘ejercicios espirituales’. Clases dictadas por monjas que nunca habían salido de su país. Pero no se les instruía en el idioma. Así que llegaron a otro continente sin hablar una palabra de inglés. La iglesia se encargó de propagar en León las espléndidas oportunidades que se abrían para chicas sin estudios. Otro aliciente para aquellas jóvenes, que no habían visto más horizonte que su pueblo o, con suerte, la capital leonesa, era un destino que se pintó paradisíaco. Grandes ciudades como Sídney, Melbourne o Adelaida les aguardaban con los brazos abiertos.

El billete a Australia costaba 40.000 pesetas, de las cuales, las expedicionarias tenían que aportar 2.400. Fue un viaje sin retorno para la mayoría. Muy pocas regresaron y, las que volvieron, fue al cabo de varias décadas. El Plan Marta consiguió el propósito que se había marcado monseñor George Michael Crennan, director de la Oficina Federal de Inmigración Católica en Australia entre 1949 y 1995. Se casaron y echaron raíces en un país quince veces más grande que España con apenas diez millones de habitantes en los sesenta. El acuerdo migratorio suscrito por los gobiernos de Australia y España y auspiciado por la Iglesia Católica duró entre 1960 y 1963. En total, se hicieron trece vuelos. Antes que ellas, cientos de hombres españoles habían puesto rumbo a Australia en busca de un mundo mejor, a través de las llamadas Operación Canguro (1958), Eucalipto (1959) y Emu (1960). Las primeras ‘novias’ aterrizaron en Melbourne en marzo de 1960. Al final serían más de 700.

Ni Australia era el paraíso ni muchas de las novias españolas cumplían las expectativas de las familias que las habían contratado.

LA HISTORIA DE LEONTINA

Leontina García Calzón, una leonesa octogenaria de sobria elegancia y voz dulce, hoy tiene dificultades para servir el café a sus amigas en su casa de Sídney. Pero hace sesenta años no le tembló la mano para agarrar sus maletas y marcharse a las antípodas.

Un 10 de marzo de 1960, Leontina y otras 21 españolas llegaron al aeropuerto de Melbourne con algunas pertenencias y muchos sueños.

Yo tenía ganas de salir del pueblo y como mis hermanos se habían ido a América, yo también quería marcharme

Para estas jóvenes, era una gran oportunidad. Una especie de vacaciones pagadas a Australia, que ya entonces era un lugar mítico que se imaginaba lleno de canguros.

«Yo tenía ganas de salir del pueblo y como mis hermanos se habían marchado a América, yo también quería irme», dice en casa de Leontina la vizcaína Cristina Gómez Arróspide, mientras que María Teresa Santamaría Ortiz, de Bárcena de Pie de Concha (Cantabria) y la más locuaz de las tres amigas, replica que a sus veinte años ella solo pensaba en ir a Australia.

Leontina, que trabajaba en una fábrica de cadenas en Eibar, se lanzó a esta aventura porque su novio, Benito, creía que no iban a tener una buena vida en España.

«Íbamos a vivir muy mal. Estábamos tan atrasados», recuerda Leontina sobre la España que dejó bajo la dictadura de Franco, muy patriarcal y represiva, en la que las mujeres estaban destinadas a ser madres y atender a sus maridos.

Ahora, casi al final de sus vidas, Leontina, Cristina y Mari se siguen reuniendo, como muchas ‘Martas’. Cantan, están llenas de vida y es difícil no quererlas y admirarlas. Son tan españolas como australianas: tienen una historia y unos nietos que las atan a estas tierras, pero mantienen ese carácter español vivaracho y fuerte que sabe reírse de sus errores y les anima a seguir siempre hacia adelante.

Leontina García Calzón enseña fotos de sus hijos. ALISA YULDYBAEVA

EL REVUELO DE LA LLEGADA

La llegada del primer avión del Plan Marta, que fue apodado ‘el avión de las novias’, captó la atención de la prensa australiana de entonces: «Senoritas from Spain» era la leyenda de una fotografía publicada al día siguiente en el Sydney Morning Herald en la que aparecían cinco jóvenes españolas sonrientes, entre ellas Leontina. Aunque Leontina no se acuerda del revuelo, el ministro de Inmigración de la época, Alexander Downes, les dio la bienvenida e incluso un informe de la cadena de televisión ABC traducido al español daba cuenta de que inmigrantes españoles habían recorrido unos 1.600 kilómetros para recibirlas con cantos y bailes.

«Todo era color de rosa. No pensaba en las dificultades porque en realidad el motivo por el que me vine era para dos años... una oportunidad (increíble) para una chica de un pueblo...una chiquilla que se iba a montar en un avión», recuerda María Teresa o Mari, como la llaman sus amigas.

En tierra, poco a poco las jóvenes se toparon con una realidad distinta.

«Cuando me trajeron aquí, me estaba esperando la señora en Elizabeth Street (un centro católico para estas inmigrantes en Sídney)», dice Cristina, de Guernica, que recuerda el desprecio con el que en España se trataba a las criadas.

En eso, la diferencia entre Australia y España era como «el agua y el vino, el día y la noche», asegura coincidiendo con Leontina, que tampoco olvida cómo, después de fregar los platos, la familia para la que trabajaba la llevaba con ellos a ver la televisión.

Para Mari, su primer contacto con Australia fue «dificilísimo» porque, al llegar, su empleadora la llevó a pasear por las playas del norte de Sídney antes de ir a la casa, en el barrio de Pymble, a unos 15 kilómetros del centro. «Las distancias son grandísimas y me vine abajo. La primera vez que lloré fue cuando llegué a casa de esta señora, después de un trayecto de hora y pico, y me dije: a mis amigas nunca más las veré en la vida». Leontina se casó cuando llegó su novio de España a los pocos meses, mientras Mari conoció a su futuro esposo a los pocos días de llegar, en una reunión del Club Católico.

«La diversión en España no tiene comparación, aunque no me arrepiento. Soy una mujer que se adapta enseguida», dice la leonesa Leontina, una viuda que está al día de las nuevas tecnologías y forma parte de un grupo de WhatsApp con sus amigas, disfruta de las telenovelas y se sigue enamorando de todos los galanes.

 

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