Diario de León

OPINIÓN Pedro Calvo Hernando

El sida como el terrorismo

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El sonoro abucheo que tuvo que soportar la ministra de Sanidad, Celia Villalobos, en el XIV Congreso Internacional del sida de Barcelona era la expresión plástica de los afectados y del mundo sanitario relacionado con ellos por el abandono o falta de atención de los gobiernos y de los organismos internacionales especializados. Y ahora, durante la celebración de esta cumbre, se presenta como un importante logro el compromiso allí de la OMS de que en 2005 recibirá tratamiento la mitad de la población afectada. Esperar tres años para eso y reconocer que la otra mitad de los afectados tendrán que esperar mucho más, en una enfermedad que no espera y que vaticina llevarse por delante en los próximos veinte años unos ochenta millones de ciudadanos del mundo al otro mundo. La pregunta nada demagógica es por qué se gasta tantísimo dinero en armamento, en investigación interplanetaria, y en temas de inferior categoría, en lugar de concentrar los recursos en la lucha contra una de las principales fuentes de desgracia para los seres humanos. Una pregunta que tenemos que formular a los Gobiernos de los países desarrollados. Por ejemplo, España, que gasta la quinta parte del dinero a que se había comprometido, poniéndose al nivel de los Estados que menos quieren saber de la lacra del sida, que mata miles y miles de veces más que cualquier terrorismo, por lo que ya hay quien considera que estamos ante el peor de los terrorismos. A eso hay que añadir la colaboración de fundamentalismos religiosos que impiden la utilización de medidas preventivas y sanitarias en las relaciones sexuales tan elementales como el preservativo. Unos prejuicios religiosos, en el caldo de cultivo de la ignorancia y de la pobreza, que no dan su brazo a torcer y que no ofrecen otra alternativa que la abstinencia sexual, que es una aberración inhumana impropia del siglo en que vivimos. Y unos prejuicios sociales que llevan a situaciones como las que se han conocido en la conferencia de Barcelona, donde se explicó que en varias regiones del continente africano -como ocurre por ejemplo en Zambia- se da el caso una vez que la mujer se ha hecho el test del VIH y se ha confirmado que es portadora del virus, el marido le tira los medicamentos cuando llega a casa y la prohibe seguir ningún tipo de tratamiento. Unos con su insolidaridad dineraria y otros con sus increíbles prejuicios religiosos y sociales: todos responsables principales de tanta desgracia, tanta muerte, tanto sufrimiento. ¿Hasta cuándo podrán dormir tranquilas estas sociedades occidentales del lujo estúpido y del egoísmo atroz?

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