Diario de León
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irene escudero

Las voces de miles de personas enterradas en algún rincón de Colombia, sin nombre en la lápida, retumban últimamente más que nunca. Voces como las de los 6.402 «falsos positivos» y también las de los desaparecidos en comunas populares de Medellín que rescata el escritor Pablo Montoya en su nuevo libro. «Soy tierra calcinada. En mi sangre, brasas sin tregua. Resuenan las reyertas en mí como si yo fuera la extensión de un desagravio jamás consumado. Me llamo Ofelia María Cifuentes y estoy en La Escombrera», dice una de esas voces que recoge Montoya de forma ficcionada en La sombra de Orión (Penguin Random House). En él desgrana la vida de la comuna 13, un barrio de Medellín donde en 2002 tuvo lugar Orión, una operación militar que sirvió para «pacificar» y expulsar a las milicias armadas, pero desató las ejecuciones extrajudiciales y supuso la «legalización» del paramilitarismo. «En Medellín hay una fosa común, que es como un punto ciego donde se refleja de algún modo la situación del país en lo que tiene que ver con la desaparición forzada porque es una fosa común urbana que algunos dicen que es la más grande de Colombia e incluso de América Latina», explica Montoya en una entrevista con Efe.

Esa fosa es La Escombrera, eje central del libro, un vertedero en lo alto de uno de los cerros de la ciudad donde presuntamente fueron arrojados decenas (o miles) de cadáveres, sobre todo tras la llegada de los paramilitares y la limpieza que hicieron de todo aquel que tuviera vínculos con la guerrilla o las milicias.

La Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) calcula que en Medellín hubo 435 desapariciones forzadas entre 1978 y 2016, de las cuales 126 ocurrieron tras la Operación Orión, pero organizaciones de familiares aseguran que los desaparecidos llegan casi al millar.

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