Diario de León

Se acelera la vacunación

Villarín, pueblo inmunizado de la Omaña vaciada

La vacuna ‘viajó’ ayer a cientos de pueblos

José Luis nació en Villar de Santiago y vive en Villarín desde los tres años tras fallecer su padre minero. Tiene 75. MARCIANO PÉREZ

León

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Villarín de Riello es un pueblo tan pequeño que tiene a medias la iglesia con su vecino Robledo. Y también el cementerio. Tan solo siete habitantes quedan en este rincón de Omaña donde termina la carretera y hay senderos por los que perderse sin mascarilla por cualquier parte desde donde se mire.

Es una de las 110 localidades que atiende el centro de salud de La Magdalena y uno de los primeros en alcanzar la inmunidad contra el covid. Los siete vecinos ya están vacunados, algunos con inmunidad total y otros con la primera dosis. Aquí no llegó el covid y la pandemia aumentó el censo de residentes permanentes.

Víctor, un asturiano que hace 24 años compró casa, la restauró y la ha convertido en su morada fija. «Villarín me da la vida y no sabría vivir sin estar aquí», comenta. El 14 de mayo le ponen la segunda dosis. José Luis y su esposa ya están inmunizados. Desde la ventana del salón, el ganadero, ya jubilado, señala que no se fía. «No se arregla tan fácil, La gente tiene poco cuidado», dice, un poco espantado por lo que ve en la tele.

Son las paradojas de la España vaciada. Angelina y su cuidadora, María, descansan de un paseo que se hace cuesta arriba (y es cuesta arriba). La mujer de 80 años sufre en las piernas y en la columna vertebral 80 años y duros trabajos en el campo desde la más tierna infancia, cuando ella y sus tres hermanos quedaron huérfanos de padre. «Era un pueblo alegre porque había juventud, había mucha gente. Ahora me da pena ver todo cerrado», comenta Angelina. Cuando llega el verano, los pájaros dejan de ser la única canción que escuchan. «Sentimos los niños correr, cantar, jugar... pero en invierno, a ver nevar y ya ni nieva», lamenta.

Tan pocos vecinos son que se ponen las mascarillas para recibir al frutero o al panadero, o cuando bajan a la consulta médica, a Riello o La Magdalena. El centro de salud tiene 2.800 personas en los 110 pueblos de su demarcación para el plan de vacunación. Han completado el 30% del censo y en varios pueblos como Andarraso, Oterico, Fasgar y Rosales solo quedan una o dos personas, las más jóvenes, por vacunar.

Carmen Álvarez, de Senra, fue una de las personas nacidas en 1953 que se acercó ayer al centro de salud para vacunarse. «Tenía ganas de vacunarme, cualquiera no tiene miedo... A ver si superamos esto, aunque ahora dicen que viene otra cepa y que no vale la vacuna, ya nos están empezando a poner nerviosos».

José Luis nació en Villar de Santiago y vive en Villarín desde los tres años tras fallecer su padre minero. Tiene 75. MARCIANO PÉREZ

«Se va citando conforme llegan las dosis. A veces hemos convocado a más gente que vacunas llegaron», comentan. Son los imprevistos de una campaña que depende de las remesas y de un reparto ajustado. La dispersión de la población, el envejecimiento y las dificultades para desplazarse se compensan con un trato individualizado y personal y la colaboración de Cruz Roja y el transporte a la demanda, señala Eva Martínez Díaz, la jefa de enfermería. Ocho profesionales de medicina, 7 de enfermería, 1 de administración y una celadora se ocupan de la salud de esta población.

Posada de Omaña, Senra, Santibáñez de Ordás, Garaño... La cola de ayer era una representación variada de la comarca omañesa y el valle de Ordás, con La Magdalena como punto central y nexo de unión. Un total de 103 personas fueron inmunizadas ayer en este punto de la provincia.

Creyentes y no creyentes acuden a inmunizarse. «Hay que ponerla porque hay que ponerla, pero una vacuna no se hace en un año», comenta un vecino de Santibáñez. «¿Ya está?», exclama una vecina de Garaño. «¡Coño, no me he enterado!», añade María Dolores Priego. Pasó el covid en la primera ola: «Una semana estuvimos en el hospital y otra en casa pensando que era una gripe. Fue cuando vinimos de vacaciones de Benidorm».

De Villarín no había nadie que vacunar. La vecina más joven es la cuidadora de Angelina, María, y ya está inmunizada. Las dos mujeres quedan descansando del paseo debajo de un cerezo cargado de flores que chamuscó una helada de abril. En este lugar paradisiaco de la Omaña vaciada donde «se concedía todo» en lo tocante a agricultura, este año no habrá ciruelas, cerezas ni tampoco peras. A ver si las manzanas, dice Angelina.

Víctor conoció Villarín hace 24 años y se ha quedado. MARCIANO PÉREZ

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