Diario de León

El trazo impresionista de Eliseo Meifrén

l Alexandra Di Stefano ofrece una visión inédita del artista

La periodista Alexandra Di Stefano

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En una entrevista con Efe, Di Stefano, nacida en Catania (Italia), pero criada en un piso del Eixample barcelonés, por bisabuela, abuelos, tías abuelas, una madre divorciada y con un hermano, explica que creció rodeada de obras del artista impresionista y oyendo hablar de él como papá Eliseo.

«Muchas de las cosas -rememora- me las contaban hablando bajito. Mi madre, una mujer muy especial, que me hablaba de literatura o de espiritualidad, me explicó la historia de amor del pintor con Julia, que empezó cuando ella tenía quince años, lo que llevó a que en un primer momento se truncara, porque él era un hombre casado y con hijos, ya famoso, 26 años mayor». Sin embargo, al cabo del tiempo, después de un primer encuentro en la Sala Parés en 1899, volvieron a reencontrarse, ambos viudos, «y reanudaron una increíble historia de amor, él con tres hijos, y ella con ocho y ya con cuarenta años». En la novela, que publica Carena, que fue una de las diez finalistas del último premio Planeta y que hoy presenta en Barcelona el veterano periodista Tomás Alcoverro, «descubro al Meifrén más humano, no al pintor», fallecido en 1940. A su juicio, esa faceta ya está muy explicada, «pero no que era un hombre muy irónico y divertido, que apenas concedía entrevistas a la prensa y, cuando lo hacía, como no le gustaba hablar de su vida privada, decía al entrevistador: ponga que nací en Barcelona y luego lo que usted quiera».

La novelista se ha documentado, asimismo, para acercarse todavía más al artista impresionista, «hasta el punto de que ahora estoy profundamente enamorada de él».

Máscara funeraria

En la casa en la que creció Di Stefano Pironti, además de varias obras del pintor, también se guardaba bajo llave en una vitrina su paleta de colores. Una vitrina, que ella, cuando descubrió dónde estaba la llave, abría a escondidas para coger la paleta y ponerse, además, una boina para parecer más artista. Tampoco obvia que en ese piso estaban su máscara mortuoria y mano derecha, reproducidas en bronce después de su muerte, y que su bisabuela colocó junto a unas rosas en una cómoda de madera negra que ella y su hermano tenían prohibido tocar, aunque recuerda que, sin que nunca la pillaran, bajó y subió de la cómoda unas cuantas veces la mano de bronce.

La obra, por otra parte, «además de ser una biografía es autobiográfica, puesto que después de muchos años como corresponsal, un oficio que inicié en Chipre en 1989, tras formarme como arabista, cuento mis experiencias en los países en los que he estado». En este punto, señala que ya en su primer trabajo en la delegación de la Agencia Efe en Chipre, a finales del siglo pasado, se encontró con «periodistas extranjeros, diplomáticos, espías, en situaciones increíbles e interesantes, que la llevaron a aprender mucho sobre política de Oriente Medio».

A lo largo de su trayectoria, también ha vivido en Egipto, Dubái o Indonesia, con lo que en esta obra «hay un aspecto de crítica social». A la vez, la escritora y periodista catalana considera que muestra «un viaje de aprendizaje exterior, porque desde siempre me mueve el interés por el mundo, las lenguas y culturas, algo que debo a Meifrén, a quien nunca conocí, pero que tenía el mundo en su mente». El libro es, además, un viaje hacia muchos mundos. Narra historias relacionadas con un joven yogui que Alexandra di Stefano Pironti conoció en Dubái, sobre un místico cristiano en Chipre que «hacía viajes fuera del cuerpo» o con un espía libanés que trabajaba para los servicios secretos ingleses.

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