Diario de León

Cornada de lobo

Morir como emperadores

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León

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De tanto comer en lujoso plato de estaño o plomo, muchos patricios y emperadores romanos se fueron al tacho con la sangre envenenada por el contaminante metálico que se iba disolviendo en las comidas. Esos platos, al igual que los de peltre medieval o peltre rococó, no estaban al alcance del resto de los mortales, de forma que la gente llana se ha limitado a ir comiendo a lo largo de los tiempos en escudillas de madera, cazuelos de barro, calderos de hierro que cuelgan sobre la lumbre y acaban convertidos en caldereta o pote de trébede, porcelanas de loza basta después o, desde hace dos siglos, eternos platos de latón que no se rompían y que en fondas perdularias y cuarteles se clavaban con una punta a la mesa para abreviar servicio y disuadir de robarlos. Así que el ricacho pagaba un precio por su lujo, mientras que los pobres no corrían peligro de envenenarse con sus platos de árbol o tierra, materias de las que está hecho el propio cuerpo. Bueno, no se morían envenenados con sus escudillas, pero el problema era que muchas veces no caía nada en ellas y de lo que morían era de hambre perra... Queda sentado, pues, que el plomo no le cae nada bien a lo que corre por las venas, es metal con veneno y ponzoña, cuidadito con él. Y de plomo son los perdigones que van retacados en los cartuchos de caza, mucho plomo que cada año sembramos por estas tierras que abre el arado o lavan las tormentas, lluvia de plomo a tutiplén. Hagamos cuentas: desde hace cuarenta años hay censada en León una media de cuarenta mil escopetas, pongamos sólo una a cien cartuchos por escopeta cada temporada, añade treinta gramos de plomo en cada cartucho y sale un bulto de ciento veinte mil kilos al año esparcidos urbi et orbi... de modo que en cuarenta años hemos diseminado por ahí casi cinco millones de kilos, ¡cinco mil toneladas!... Ese plomo aún está ahí. Activo. Y en los campos escopeteros de tiro, ni contar. Aquello es una manta. Claro, que otros prefieren sembrar la perdigonada en agua para disimular la fechoría y organizan tiradas al plato junto al embalse del Luna de donde bebe la ciudad. Ojos que no ven... Bebe plomo. Traga plomo. Vamos a morir de pobres, pero como los emperadores romanos. Qué lujazo.

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