Diario de León

Antonio Núñez El paisanaje

Somos celtas cortos

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León

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A consecuencia del hundimiento del buque Prestige ha desembarcado estos días en Galicia la flor y nata de la nación para dar el pésame a la Costa da Morte, el Finisterre donde antaño los celtas mareaban a los mareantes con falsas luces de faro para hacerlos embarrancar y quedarse con la mercancía. Mal negocio en los tiempos modernos del petróleo, como diría Charlot. Pero el caso es que hasta allí han ido en fila india por lo de la mierda del chapapote el rey Juan Carlos, el príncipe don Felipe, el presidente del Gobierno, señor Aznar, dos vicepresidentes, el ministro de Medio Ambiente y la otra mitad del ministerio, el jefe de la oposición Rodríguez Zapatero, éste último dos veces, y todos prometiendo subvenciones a barullo. A eso le llaman en los periódicos solidadidad. Se espera también la llegada de los Reyes Magos. No es por incordiar en estos tiempos de marejada, pero en el noroeste también los de tierra adentro -seguro que los de Orense y no digamos los maragatos- echan de menos la presencia de ilustres visitantes con la correspondiente saca de ayudas y subvenciones, como quien dice para el percebe así para el garbanzo, al carbón como al mejillón, a la alubia como a la lubina, y a la vaca loca como a la centolla, por ejemplo. Aunque a efectos del Gobierno y de la oposición hay «costas da morte» y cuestas más bien mortecinas que caen de muerte lenta, como las de aquí. Que se recuerde, sólo una vez y por pocos días León también acaparó la atención de las televisiones y los periódicos nacionales. Fue con ocasión de la famosa «marcha negra» de los mineros de Villablino, que se plantaron en Madrid a golpe de zapatilla para preguntarle de tú a tú al Gobierno de la época qué había de lo suyo: nada menos que cuatro mil empleos en el aire con la reconversión del carbón, más otros diez mil en otras cuencas. De aquella ya estaba de diputado en el Foro un tal Zapatero (1992), que, como el Gobierno era de los suyos, no dijo esta boca es mía, de ahí que tuvieran que parlamentar directamente los picadores de la MSP porque no había otros que abrieran el pico. Las cosas fueron como fueron y, de aquella, no dimitió nadie, salvo los de siempre: prejubilados de la minería, o sea diez mil y pico, contando a los de Fabero y Sabero. Y también de aquella «marea negra» en la provincia no volvió a hablarse nunca más, salvo en la costa del río Sil, donde, por no haber, nunca hubo ni playa. El marisco ni lo huelen las generaciones que vienen detrás. En la demagogia de campaña electoral que arrasa estas Navidades el sentido común del noroeste de España a cuenta de lo del gasóleo -«lleno, por favor», diría Alfredo Landa, el iluso que sólo creía en Dios, Franco y el Real Madrid- León es también una isla amenazada tierra adentro por espesos chapapotes con mucho político pringado. A mayores de la minería se podría hablar también de la Vidriera, cuya nómina de empleados flota todavía de milagro, como la botella vacía de Robinson Crusoe, o de Antibióticos, que está igualmente a punto de hundirse en aguas multinacionales. Y no digamos de la reconversión agraria -40.000 campesinos hace dos décadas y ahora apenas 6.000, esperando a fin de mes el cobro de las ayudas de la Pac, que son como el antirreumático de la vejez en vez de la cosecha- y así marea tras marea. No es por caer antipático a los partidos de la oposición ni a las múltiples oenegés de percebes sin fronteras que este fin de semana viajan desde León y media España en Alsa hasta las playas de Sanjenjo. Pero, puestos a resolver problemas, Aznar, Zapatero y demás voluntarios podían haber empezado hace ya la tira de años a resolver la catástrofe económica del noroeste partiendo de los llamados «puertos secos», o sea de Benavente, Chozas y Astorga para arriba. Porque lo del Prestige ahora no es más que la gota que colma el vaso. Y seguramente vamos todavía por la imprecisa y penúltima copa. Quedan ya para la quinta de un servidor pocas rondas, pero con la experiencia que da el vino cuando cae morriñoso y tristón, aunque se beba a cuartillos, uno podría jurarle solidariamente a los gallegos que lo suyo va a ser como lo nuestro: todos prejubiletas en el norte, unos del carbón y de la azada y otros de la batea y el contrabando. Ya ni siquiera se puede comprar Winston de matute bajo en alquitrán. ¿Y qué depara el futuro? Lo mismo que a Chanquete. Digo yo que este año lo repondrán.

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