Diario de León

Centenarios

El ‘Patriarca’ de España y la abuela de León

Este hombre que vino al mundo en Remolina (Crémenes) un 8 de julio de 1912 se ha convertido en el hombre más longevo de España. En el mundo todavía no se sabe quién es el relevo a Saturnino de la Fuente, fallecido el 18 de enero.

Ancianos longevos

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Las residencias de Armunia y Vegaquemada son el hogar de Ángeles de la Fuente y Antonio Alvarado. Los relevos de Saturnino de la Fuente, que estuvo a punto de alcanzar los 113 años —los cumpliría el 8 de febrero— son de la misma quinta. Nacieron en 1912. Ángeles en el sur de León, en San Justo de los Oteros, y Antonio en Remolina, en familias numerorísimas.

Antonio Alvarado, a quien bautizaron como El Patriarca en los corros de lucha leonesa por su longevidad es ahora el patriarca de España. El hombre más longevo del país, al menos que se sepa, lleva sus 109 años y 213 días con una sonrisa y sin un ápice de resignación. Ángeles de la Fuente, con 109 años y 319 días es la persona más longeva de León.

En los peores días del confinamiento, cuando las auxiliares de geriatría entraban a la habitación de Antonio Alvarado siempre se encontraban con su sonrisa. Durante aquellos días aciagos, se cayó y dejó de andar, pero con fuerza de voluntad volvió a echar el pies. Para no perder la costumbre todos los días sube al gimnasio y andar un rato agarrado a las barras, por la tarde se echa la siesta y para la comida no falta un vaso de vino.

La voz de la experiencia

«A los jóvenes solo les aconsejo que sean buenas personas y cumplan con su deber»

Tampoco le pesan los años para cantar. «Empecé a cantar porque antes no sabía», aclara. En la residencia fue el promotor de un coro, al que ya van faltando muchas voces. Y los jueves juega al bingo con otros residentes. Cuando llega su hija Nati está pendiente del paquete de galletas y el chocolate.

Fue el tercero de 15 hermanos y hermanas. «Éramos muchos a comer y teníamos cuatro vacas», apunta. De pequeño le mandaron al colegio con los curas, pero duró poco porque aquello no le gustaba y se fue de ‘persona’ —uno de los grados del pastoreo entre motril y rabadán— a Extremadura. Hacían la trashumancia a pie desde los puertos leoneses hasta las dehesas extremeñas. Luego consiguió entrar en la mina. Le cogieron en Hulleras de Sabero, que era el buque insignia de la cuenca, por mediación de un pariente. No dice si fue duro o no aquel trabajo, sólo recuerda que el vigilante «me llamaba camarada» y los compañeros le conocían por el nombre de su pueblo natal, Remolina.

Destacó como luchador en los corros de lucha leonesa de la montaña y la ribera, teniendo a sus principales y más temibles en el valle de Reyero porque era válida la caída cuando el vencido posaba la espalda en el césped, cuando en el resto de los pueblos se contaba como válida a cuerpo tendido. Al tradicional corro de Boñar fue con 17 años y quedó de ‘gallo’ como luchador en varios aluches, con premios de 25, 50 y 100 pesetas. En 1933 y 1934 se proclamó campeón indiscutible.

«En la guerra estuve en Acevedo, Lario, Pontón y Niajo. Yo tuve suerte... No me cogieron». comenta. Después de la guerra dejó la mina e ingresó en la Policía Nacional. Tuvo su primer destino en Bilbao, allí se criaron parte de sus seis hijos. Con el sobresueldo que sacaba al cargo de la contabilidad de una tienda de muebles completaba la economía familiar bien administrada por su esposa Natividad. «Era muy guapa y mejor moza que la virgen», apostilla nada más oír su nombre. Se casaron en el santuario de La Virgen de la Velilla y no faltaba un verano sin que volvieran al pueblo.

Después de Bilbao, Antonio optó por otro destino en Barcelona y cuando se jubiló, «después de un tiempo caído en la cocina» —estaba bajo de ánimo y no sabía qué hacer— se decidió a volver a su pueblo natal y llegó a convertirse en alcalde de Crémenes.

En la hemeroteca de Diario de León constan sus reivindicaciones por las viviendas de protección oficial prometidas para los desalojados del pueblo de Huelde por el pantano de Riaño en julio de 1987, al igual que su reclamación de la carretera de Corniero a Primajas o el puente militar provisional de Verdiago. Clamaba por sus pueblos a un gobierno socialista un alcalde que salió de candidatura socialista. Con cien años, antes de entrar en la residencia, todavía conducía su propio coche. Ahora es querido como el abuelo de toda la residencia, aunque no olvida a los vecinos de su pueblo: «Les quiero a todos igual. Desearía verlos pero no puede ser». A ver si para los 110 años...

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