«Se pierden recursos para la gente»

Para Miguel de Gabriel, todo el conocimiento obtenido hasta ahora sobre el efecto del cambio climático, hace necesario actuaciones urgentes a corto y medio plazo para detener la velocidad a la que se pierden poblaciones y especies «con la esperanza de que resistan hasta que las condiciones a más largo plazo mejoren, y puedan recuperarse». Para ello, considera que hay dos niveles de actuación, uno más local y a corto plazo, que en el caso de la Cordillera Cantábrica y de Picos de Europa pasan, entre otras cosas, por una mayor compatibilidad de la actividad ganadera, recreativa y deportiva con la conservación de la biodiversidad en la alta montaña «que hasta ahora ha sido ignorada incluso en los espacios protegidos»; y otro a escala global, y a más largo plazo, «pero igual de acuciante», que pasa por un cambio en nuestro modo de vida «en el que nuestra definición de éxito no se base en el consumo ni en los grandes beneficios económicos sino en la salud, la felicidad y la calidad de nuestras relaciones sociales y con nuestro entorno natural, incluidas las montañas que tanto nos aportan en todos los puntos de vista».

Las montañas bien conservadas son una pieza clave en los procesos naturales, como la regulación de las temperaturas locales, los ciclos del agua y las reservas hídricas «y suponen una fuente de recursos medicinales o alimenticios para los humanos y los animales. Se puede producir grandes pérdidas en la calidad de los pastizales de alta montaña para su aprovechamiento ganadero extensivo». Existen otros aspectos importantes para la conservación. «La alta montaña cantábrica constituye uno de los ecosistemas más inalterados de nuestro territorio, y de los más espectaculares y gratificantes para los humanos; la biodiversidad alpina es un elemento clave en este paisaje y es una de nuestras mayores señas de identidad».