Diario de León

SARDONEDO QUIERE SALVAR SU 'CENTRO SOCIAL'

«Un pueblo sin bar se muere del todo»

Desde hace un mes, los vecinos de Sardonedo no tienen dónde encontrarse

León

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La parada del autobús y un banco en la plaza son los únicos sitios donde pueden encontrarse estos días los vecinos de Sardonedo. Cuando venga el mal tiempo, ya no podrán salir de casa. Ni los vecinos que llegan a pasar el fin de semana tendrán ese rato de cañas y conversación al caer la tarde. Ni los niños irán a tomar su mosto los domingos por la mañana.

La vida en este pueblo, situado entre el canal del Páramo y el río Órbigo, será «más difícil todavía», comenta una vecina. Sobre todo para los más mayores, como Valín e Isidro, que aunque se entretienen haciendo moscas y barriles artesanales les gusta salir un rato de casa a jugar la partida y charlar un rato con los otros vecinos.

Ellos no tienen la posibilidad de coger el coche y acercarse a otro pueblo para alternar un rato en un café. Ni tampoco parece atractiva la idea para los vecinos que viven fuera en invierno y se acercan todos los fines de semana a disfrutar del pueblo y del campo.

Por la vida social

La Junta Vecinal convirtió en bar las antiguas escuelas hace siete años con dinero de los chopos

Desde hace un mes, el bar Las Escuelas, habilitado como bar donde muchos vecinos aún recuerdan cuando aprendieron a leer y a escribir, está cerrado y la Junta Vecinal busca denodadamente a personas interesadas en hacerse cargo del negocio. «Es un centro social, un centro de reunión», dice el alcalde pedáneo, Santos Pérez Lanero. El bar cerró en septiembre. Cuando cumplía el contrato, pero también cuando el verano, una de las épocas con más posibilidad de hacer caja, estaba a punto de terminar.

El pueblo tuvo bar particular «toda la vida». Cuando el dueño murió ya vivieron una situación parecida a la que se encuentran ahora. La Junta Vecinal decidió invertir una parte del dinero que saca por la venta de los chopos en acondicionar las antiguas escuelas. En la clase de los pequeños se puso la barra y en la otra se habilitó un salón que sirve para jugar la partida, hacer manualidades o bailar, según se tercie.

A punto de reabrir

En Villamoratiel de las Matas exigen 2.000 euros de fianza, pero pagan casi todos los gastos

Son sonadas las fiestas de Nochevieja —«compramos un equipo de sonido y los chicos pinchan lo que quieren»—, las hogueras de Reyes, la colación por la fiesta de San Isidro o la paellada del verano. El pueblo tiene unos 130 vecinos fijos, pero en las vacaciones se llena de los descendientes que están en la diáspora y los que viven en la ciudad se trasladan a pasar la temporada. Estar a solo treinta kilómetros de León tiene sus ventajas.

La Junta Vecinal «está dispuesta a colaborar» para hacer más atractivo que alguien se anime a hacerse cargo de abrir el bar. «En invierno con 2-3 horas por la tarde es suficiente y los fines de semana», comenta el pedáneo. «Estoy abierto a dar todas las facilidades», insiste, dispuesto a hablar con quien esté interesado sin poner condiciones previas (626 923 463). El miedo a condiciones abusivas planea sobre las juntas vecinales y pequeños municipios que saben que «un pueblo sin bar se muere del todo», afirma Florencio Santamarta. Al sur de la provincia, en Villamoratiel de las Matas, este pueblo ha conseguido reabrir de nuevo el bar con un contrato por un año prorrogable. Pagan casi el 100% de los gastos, que incluyen la luz hasta 200 euros mensuales, la calefacción de gasoil, el IBI y el agua. Eso sí, han puesto una fianza de 2.000 euros. «Es un local público y lo licitamos para que la gente lo coja». explica Santamarta.

Un ejemplo

Villamoratiel de las Matas acaba de conseguirlo. Mantener el bar abierto es la última gesta de pedáneos y alcaldes en el León que se vacía cada día.

La fianza es una forma de filtrar e imprimir cierta seriedad a las buenas condiciones que ofrecen. «El objetivo es el servicio al vecino que vive los 365 días del año», puntualiza. En el contrato han puesto un horario de mínimos, de 4 de la tarde a 11 de la noche en invierno y desde las 13.30 en el verano. «De esta forma, lo pueden hacer compatible con otra actividad», explica el pedáneo.

La clave de los bares de pueblo «es aprovechar la temporada de verano, Semana Santa y los fines de semana. Hay que trabajarlo, como la hostelería en el sur de España», insiste Florencio Santamarta. En Villamoratiel de las Matas, asegura, «hemos tenido suerte». Una familia con tres hijos de Santas Martas, que tienen experiencia en la hostelería se ha hecho cargo.

Para reabrirlo, la Junta Vecinal ha tenido que invertir casi 3.000 euros. Han adquirido electrodomésticos nuevos y puesto a punto la cocina. «No hay más alternativa que subvencionar. Pero la satisfacción tiene que ser recíproca. Ellos que estén contentos, que ganen dinero y nosotros que nos den el servicio y que lo cuiden».

La batalla de las Juntas Vecinales y pequeños ayuntamientos por salvar sus bares es una fuente de quebraderos de cabeza. El alcalde pedáneo de Castrofuerte, Juan Ignacio Castañeda, señala que «el bar nos está costando un dineral. Nos saldría más barato pagar un taxi a la gente para que vayan a Valencia o a Villaornate, pero es un tema social», puntualiza.

El verano pasado lo tuvieron cerrado porque los concursos quedaban desiertos y la gente presionaba. En noviembre lo pudieron reabrir, pero no saben por cuánto tiempo. La experiencia que tiene es que la gente lo deja pronto. No sólo por la despoblación. «Han cambiado los usos y costumbres, se sale menos por la noche», apunta.

Vivir de un bar de un pueblo es complicado y en muchas ocasiones quienes se hacen cargo lo compatibilizan con otras actividades. Los ingresos del verano pueden ser un espejismo si no se es previsor para el duro y largo invierno. Con la idea de rehabilitar espacios rurales como teleclubes, casas de concejo y otros inmuebles para convertirlos en espacio socio-culturales, el Instituto Leonés de Cultura inició el año pasado una convocatoria de ayudas. Campazas ya había hecho la reforma de su antiguo teleclub en el verano de 2020 con cargo a una ayuda de los planes provinciales, cuando sacó a concurso unas instalaciones totalmente nuevas y modernas.

Durante un tiempo no encontraron a nadie para hacerse cargo. Pero el Ayuntamiento de Campazas puso una máquina expedendora de café y bebidas y lo abría unas horas al día. Este año, han conseguido reabrirlo puntualmente en verano. Y ahora lo ha solicitado un vecino del pueblo.

El Ayuntamiento de Campazas no se desanima. El próximo proyecto es rehabilitar el antiguo salón de baile y acondicionarlo para actividades culturales y sociales. Será un edificio sostenible con placas solares para surtirse de energía eléctrica, explica el alcalde, Manuel Ramos Fernández.

En Villaornate tienen previsto cerrar la terraza con cargo a una de las ayudas de la Diputación. El bar Edén tiene chill out y dos salones, además de la terraza exterior. Durante varios años lo llevó una pareja de inmigrantes. Ahora se ha hecho un joven del pueblo. «Hemos tenido suerte», dice la alcaldesa, Angelines González Rodríguez. Con los gastos van a medias con los adjudicatarios, pero las obras y reformas corren a cuenta del ayuntamiento. El teleclub ocupa las escuelas viejas del pueblo desde los años 80. El pueblo llegó a tener dos y tres bares, incluido el teleclub, y salón de baile. Eran otros tiempos.

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