Diario de León

Tributo al corazón emigrante de León

La Fundación Cepa homenajea a seis leoneses retornados de la diáspora de diferentes generaciones y épocas

Nuria Alonso, directora, y Carlos Fernández, presidente de la Fundación Cepa, con los emigrantes homenajeados en el MEL. J. NOTARIO

Nuria Alonso, directora, y Carlos Fernández, presidente de la Fundación Cepa, con los emigrantes homenajeados en el MEL. J. NOTARIO

León

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"Es necesario no olvidar la historia de la emigración", afirmó esta mañana la directora de la Fundación Cepa, Nuria Alonso, en el homenaje tributado en el Museo de la Emigración Leonesa (MEL) a seis leoneses que emprendieron la difícil aventura de dejar su tierra en busca de oportunidades al otro lado del Atlántico o en Europa. 

Sandra Valdueza, Mario Aller, Sonia Fernández, Adríán de la Iglesia, Licinio Martínez y Florencio Cabero del Pozo, junto a su hija Ana Cabero, son las personas en las que se ha simbolizado el reconocimiento con la entrega de una placa de la virgen del Camino, patrona de la Región Leonesa.

Nuria Alonso remarcó que "no olvidar a los emigrantes" es el objetivo que Cesáreo González quiso cumplir con la creación de un museo específico que recuerda sus historias de sacrificio y las gestas de emprendimiento que figuran con nombre propio en sus paneles.

"La emigración es un fenómeno que afecta a todos los países y ciclos históricos", subrayó Alonso al destacar el enorme influjo del "corazón emigrante leonés" en América y Europa con "muchas generaciones involucradas".

Los leoneses homenajeados representan diferentes momentos históricos y generaciones de emigrantes. Desde los comienzos del siglo XX hasta las primeras décadas del siglo XXI. Guerras y crisis económicas han sido el detonante de estos viajes que hicieron por mar y aire según las épocas. Todavía hoy un total de 54.450 leoneses permanecen en el extranjero, 26.473 hombres y 27.977 mujeres, según el último censo de residentes españoles en el exterior del INE (Instituto Nacional de Estadística).

Ana Cabero puso voz a todos ellos en el acto de homenaje celebrado en el patio del Museo de la Emigración Leonesa (MEL) de la Fundación Cepa (calle Suero de Quiñones) con el acompañamiento de autoridades, representantes de las entidades beneficiarias de la labor social de la Fundación Cepa y la música tradicional leonesa y de otras latitudes que trajo el coro del Orfeón Leonés.

Fueron muchos los leoneses que emprendieron el camino de la emigración ya desde el siglo XIX y México fue uno de los destinos con más influjo de la colonia española. Este fue el país al que llegó  Florencio Cabero del Pozo en 1958. Hizo el viaje desde Laguna Dalga para embarcarse en un trasatlántico en el puerto de Vigo. Allí conoció a Guadalupe Fernández, que había emigrado con sus hermanas desde Vegamián. "Formaron un equipo codo con codo en su negocio", que empezó con una mueblería y se extendió con una empresa de recambios de coches. Eran tiempos en que tan solo establecían contacto con la familia a través de cartas postales. "Estar lejos es duro y por esa razón se crearon los centros como la Agrupación Leonesa de México", señaló su hija, Ana Cabero. Sin embargo, fueron tiempos felices. "México les dio una de las mejores épocas de sus vidas", añadió. Allí nacieron sus hijas. Pero la añoranza quedó en sus corazones. Cuando en 2006, Guadalupe enferma de ELA decidió que quería morir en su tierra. Sus cenizas fueron esparcidas poco después en el pantano de Vegamián. En 2012, Florencio, que tiene 95 años, regresó con su hija Ana a León. 

Sandra Valdueza salió de León con cuatro años rumbo a México con sus padres y hermanos. Corría el año 1984. Vivió aquel viaje como una aventura y recuerda con "cariño y añoranza" a la gente de allí, "una familia elegida" que se gestó sobre todo en torno a la Agrupación Leonesa de México. En 1999 regresa a España para estudiar en Madrid y desde 2014 es una activa emprendedora en León. Socia de dos restaurantes, La Mary y Miu Japonés, y directora del centro educativo Ábaco Innova, señala que eligió León porque "surgió la oportunidad. Para esta leonesa-mexicana, emprender en León "no es difícil, es cómodo", dice con el espíritu optimista y la experiencia de las dificultades vividas en la diáspora. "Nos quejamos menos", apunta.

Mario Aller estuvo en la diáspora desde 2011 hasta el año pasado. Su primer destino fue Suecia, la Universidad de Upsala donde le ofrecieron trabajo. "En León no me dieron ni una palmadita en la espalda y aquí me contrataron", señaló. Años antes había estado en una estancia universitaria. Desde Suecia, salta a la oficina de la presidencia del Parlamento Europeo y, posteriormente, a través del Ministerio de Asuntos Exteriores, pasa a Naciones Unidas y posteriormente a Colombia, donde permaneció cinco años y medio primero en labores consulares y luego como profesor de la Universidad Javeriana. Se casó con una colombiana y en 2022 deciden retornar a León. Ahora oposita para el cuerpo de secretarias de ayuntamiento. Lamenta que la experiencia en Naciones Unidas "no me computa en el Ecyl porque no es una empresa española".

Adrián de la Iglesia decidió embarcarse en 2013 en una aventura mar adentro a raíz de la crisis en España y al no tener oportunidades en León más que un trabajo a media jornada en una tienda. Se convirtió en marinero de cruceros para una empresa estadounidense y durante siete años, hasta 2020, el mar fue su casa. "Fue difícil, divertido porque visitas muchos lugares, pero difícil porque hasta la comunicación con la familia era complicada". En el barco ha surcado casi todos los mares de la Tierra y conoció a su esposa Carol. "No sabemos en qué lugar del mundo nos conocimos". En 2020, poco antes de la pandemia, deciden retornar. Durante dos años está sin trabajo y prepara una oposición. Actualmente trabaja en el área de Relaciones Internacionales de la ULE como administrativo, con mucha motivación porque su experiencia por el mundo le permite ofrecer un valor añadido a su función.

Sonia Fernández se fue a Alemania con la idea de quedarse seis meses y permaneció 12 años, desde 2008 hasta 2020, en las localidades de Ingolstad y Beilngries. Bisnieta y nieta de emigrantes, señala que lo más difícil para ella fue el aprendizaje del idioma y "adaptarme", "se añora mucho la familia, la tierra". Poco a poco fue conociendo las costumbres y la cultura del país y dio clases de español, hasta que nacieron sus hijos Raúl y Sofía. La pandemia fue la oportunidad para retornar a León junto a sus hijos, aunque su marido aún permanece en Alemania y espera que pronto puedan reunirse todos en León. "Era el momento de escolarizar el niño mayor y decidimos que queríamos que tuviera una educación española y en la cultura leonesa", señaló.

El sentimiento de migrante lo lleva escrito en la sangre. "Mi bisabuelo Celestino emigró a Cuba a principios del siglo XX. Regresó al enfermar un hermano en 1918, cuando la gripe española, a su pueblo natal, La Puerta, en Riaño". En la iglesia de este pueblo se casó con su bisabuela Victoria y al poco tiempo el matrimonio cruza el Atlántico en un barco para recalar en Nueva York y desde esta capital mundial establecerse en Niágara, donde nace su abuela Joaquina y dos hermanos más. Otros tres nacerían en España tras un nuevo retorno. 

"Estoy agradecida por el homenaje porque la emigración está en el olvido y es algo que lo vive y lo sufre quien lo pasa pero que también va dejando un legado de León por el mundo. Dejar constancia de ello es importante", explica. El emigrante siempre vive a caballo entre dos mundos y nunca olvida. Su abuela Joaquina recordaba con nostalgia Niágara y tenía un sueño: volver a la tierra donde nació. La nieta fue la maga que hizo realidad el deseo. Juntas repitieron el trayecto que habían realizado los bisabuelos y Joaquina pudo pasear las calles de su infancia y reconocer su casa natal. "Fue muy emocionante".

Licinio Martínez fue otro de los emigrantes homenajeados y con él también la figura de su padre que fundó un próspero negocio textil en México. Licinio regresó hace 30 años a León y desde hace dos está instalado en el pueblo de su padre, Barniedo de la Reina. De Licinio Martínez, padre, se conserva en el Museo de la Emigración Leonesa el testimonio de su periplo y las pruebas de su espíritu emprendedor. "Fui prácticamente sin nada, con una maleta y muchas ganas de trabajar. Curiosamente conocí la televisión al llegar a Méjico, no la había visto antes». Licinio empezó a trabajar como cargador en el puerto...

 

 

 

 

 

 

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