Diario de León

CATEDRÁTICO DE VETERINARIA

«Cesáreas innecesarias y menos lactancia materna reducen la microbiota»

Juan Miguel Rodríguez Gómez en la Facultad de Ciencias Biológicas y Ambientales. FERNANDO OTERO

Juan Miguel Rodríguez Gómez en la Facultad de Ciencias Biológicas y Ambientales. FERNANDO OTERO

León

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Juan Miguel Rodríguez Gómez, catedrático de la Universidad Complutense de Madrid, y director del grupo de investigación Microbiota Perinatal, desgrana la importancia de la microbiota en la salud y enfermedad. Rodríguez Gómez participó en el curso sobre Actualidad Científica y Cultural de la ULE .

—¿Qué es la microbiota y qué función cumple?

—Es el conjunto de microorganismos vivos que existen en un nicho ecológico determinado. En el caso de la microbiota humana, su composición depende de la zona del cuerpo. No es la misma la de la cavidad oral, que la que existe en el intestino, la vagina o ciertas zonas de la piel. Ni siquiera es la misma en distintas partes de la cavidad oral o en distintas partes del intestino, por poner dos ejemplos. Además, su composición en cada sitio depende, a su vez, de la edad, el ambiente, la alimentación, los tratamientos médicos que se reciban, etc. La microbiota resulta imprescindible para nuestra vida, en la salud y en la enfermedad, y en todas las etapas de la vida. En este sentido, su importancia es comparable a la del las citoquinas, los neurotransmisores o las hormonas. De hecho, no sólo interactúa constantemente con nuestro sistema inmunitario o con nuestro sistema neuroendocrino, sino que contribuye de una forma relevante a su programación durante las primeras etapas de la vida. De hecho, actualmente se sabe que no hay sistema, aparato u órgano que escape de la influencia de la microbiota o de sus metabolitos.

—Como factor de protección de la salud intestinal. ¿Cómo la tratamos?

—La microbiota intestinal está de moda desde hace unos años y mucha gente habla de ella, generalmente de forma vaga e imprecisa. Pero hay muchas lagunas en el conocimiento sobre muchos aspectos de nuestra relación con la microbiota intestinal. En las últimas décadas, gran parte de las medidas de salud pública han ido dirigidas a destruir microbios o a evitar o minimizar el contacto con los microbios (desinfección del agua, vacunas, asepsia y antisepsia, antibióticos y otros antimicrobianos, esterilizadores domésticos, tratamientos que reciben los alimentos, champús, jabones…). Esto ha tenido una parte buena (una gran reducción de las tasas de las enfermedades infecciosas que asolaban la población) pero otra negativa (aumento de enfermedades alérgicas, metabólicas, inflamatorias y/o autoinmunes). Simplemente porque en el intento por protegernos de los patógenos, hemos arrasado con los mutualistas (los denominados ‘viejos amigos’), esenciales para nuestra salud. De hecho, se observa una pérdida transgeneracional de la diversidad de nuestra microbiota. No estoy en absoluto en contra de las grandes medidas de salud pública (he trabajado en salud materno-infantil con poblaciones en países en vías de desarrollo, por llamarlo de una forma suave, y creo que a ninguna de nosotros nos gustaría volver a ese estadio). El gran reto es mantener lo que se ha conquistado, tratando de evitar efectos indeseados y, para ello, cuando mayor (y mejor) conocimiento consigamos sobre la microbiota, mejores herramientas tendremos para modularla y mejor nos irá. Para mantenerla en buenas condiciones, efectivamente hay que cuidarla, a través de una buena alimentación (en la que caben distintos tipos de dieta), una vida más relajada, el ejercicio moderado, respetar nuestro sueño, contacto con la naturaleza y otros hábitos saludables de vida. Es fácil decirlo, pero bastante más costoso de llevar a la práctica (por temas laborales, económico, dejadez, etc.).

—¿Qué tipo de alimentación favorece esta microbiota y sus funciones intestinales?

—Aparte de que llevaría semanas responder, cualquier respuesta sería susceptible de un montón de matices. La alimentación de un inuit (esquimal) puede ser radicalmente distinta de la de un masái de Kenia o de la de un gurú hindú y todos ellos pueden tener microbiotas y vidas saludables, adaptadas a su ambiente. De hecho, las personas (y nuestros microbios) seguimos evolucionando y adaptándonos a las condiciones que nos toca vivir.

—¿Qué es la modulación de la microbiota más allá del intestino?

—Existe una microbiota más o menos compleja en la piel y en la gran mayoría de las mucosas de nuestro cuerpo (en términos coloquiales, en todas las cavidades que dan al exterior). Por ejemplo, la microbiota de nuestras vías respiratorias altas en un factor relevante que explica por qué, entre los niños en contacto con el virus respiratorio sincitial (causante de las famosas bronquiolitis de los inviernos), algunos tendrán que ser hospitalizados y otros serán asintomáticos. La microbiota vaginal es un factor clave para la salud ginecológica, reproductiva y obstétrica. Si la microbiota intestinal es importante para que estemos vivos y saludables, la microbiota vaginal es muy relevante para que podamos reproducirnos (y de una forma también saludable). Habría muchos más ejemplos.

—Es director del grupo de investigación Microbiota Perinatal. ¿Qué aspectos condicionan la microbiota en esta etapa de la vida?

—Cada vez hay más acuerdo en que la forma en la que se coloniza nuestro cuerpo (especialmente el intestino) en las primeras etapas de la vida va a tener un impacto sobre nuestra salud a medio y largo plazo. Antes le he hablado de algunos factores relacionados con las medidas de salud pública que han significado una pérdida de transmisión transgeneracional de microrganismos, pero también han contribuido el aumento de las tasas de cesáreas (y me refiero específicamente a las que se realizan de forma voluntaria, sin ninguna indicación para la protección de la madre y/o del feto) y el declive abrupto en las tasas de lactancia. Estamos hablando de vías clave para la transmisión materno-infantil (la microbiota vaginal, rectal y cutánea durante el tránsito por el canal del parto, y la microbiota del calostro y la leche en la primera etapa de la vida). Aparte de ello (forma de nacer y alimentación), influyten la propia base genética de cada persona, la edad gestacional al nacer, el entorno familiar, los tratamientos médicos en caso de que se necesiten, etc.

—¿Tiene influencia la lactancia materna en la microbiota intestinal de los bebés?

—Sí, mucha importancia. Posiblemente se trate de uno de los factores sobre los que más unanimidad en torno a su gran influencia sobre la microbiota intestinal de los bebés. Para empezar la leche materna contiene su propia microbiota. Justo hace ahora 20 años que nuestro grupo publicó el primer trabajo científico en el que se hablaba de una microbiota de la leche humana. En estos años, ha habido un cambio de paradigma importante. Antes se pensaba que el primer gran cambio en la composición de la microbiota infantil se producía con la introducción de alimento sólidos, independientemente de que el niño siguiera siendo amamantado o no. Ahora se sabe que la microbiota de la leche humana ejerce una gran influencia sobre la composición de la microbiota intestinal del lactante en tanto que siga siendo amamantado, independientemente de que se introduzcan alimentos sólidos o no. Por otra parte, la leche humana contiene una mezcla extremadamente compleja (irreproducible en un laboratorio) de compuestos con un gran potencial para modular las poblaciones microbianas en el intestino del lactante, desde los oligosacáridos de la leche humana y la lactosa hasta las células del sistema inmunitario, amén de las citoquinas, las quimioquinas y un largo etcétera de compuestos bioactivos.

—Parte de sus investigaciones se enfocan en la creación de alimentos funcionales a partir de la leche materna. ¿Ya existen estos alimentos?

—Una buena parte de las investigaciones de nuestro grupo sobre la leche materna ha ido dirigida a comprender mejor su composición (microbiológica, bioquímica, inmunológica) y la naturaleza cambiante de la misma (adaptándose a las necesidades, igualmente cambiantes de un bebé). Por ejemplo, la leche de una madre de un niño prematuro está mejor adaptada a las necesidades de un niño prematuro que la leche de una mujer que ha tenido un niño a término. Hemos aislado algunas cepas con propiedades para, por ejemplo, la prevención o el tratamiento de mastitis durante la lactancia. Se han comprobado en ensayos clínicos y estamos muy contentos de contribuir a la mejora de las tasas de lactancia, pues las mastitis son la principal causa médica de abandono precoz e indeseado de la lactancia. Actualmente, existen varios productos que contienen cepas aisladas y caracterizadas en nuestro laboratorio para esta finalidad y que se venden en farmacias de países tan dispares como España, China o Australia, etc.

—¿Qué opina de los anuncios de preparados que supuestamente favorecen la microbiota?

—Creo que una buena parte se aprovechan de que el tema de la microbiota está de moda y de que haya un buen puñado de consumidores dispuestos a creerlo de una forma poco crítica o reflexiva. Estamos en pañales en cuanto a la nutrición personalizada, pero está claro que hay factores que contribuyen a una microbiota saludable y que no hay únicamente una vía para llegar allí. En la nutrición, como en el fútbol, seríamos el mejor entrenador del mundo y nuestro equipo lo ganaría todo. Cuando se habla tanto de dietas, de salud y de microbiota, muchas veces de forma antagonista o contradictoria, lo único que queda claro es que tenemos un aparato digestivo sumamente flexible que posiblemente nos haya ayudado tanto como nuestro cerebro a nuestra expansión por cualquier tipo de ecosistema. Eso y que tenemos la suerte (al menos una buena parte de la población española) de tener un estado de bienestar del que muchas veces no nos damos cuenta y una variedad de alimentos (y gastronómica) que es realmente envidiable.

—¿Los fertilizantes que se usan en la agricultura tienen impacto en esta microbiota?

—La microbiota del suelo es uno de los elementos clave en cada ecosistema y desde luego para la propia existencia de la agricultura y de la ganadería; es decir para nuestras fuentes de alimentos. Todo lo que pase (o deje de pasar) ahí tiene repercusión en la calidad y cantidad de alimentos producidos y, obviamente, seguro que tiene una repercusión en nuestra microbiota. Ahora bien, como en tantos y tantos aspectos de la microbiota, se trata de un tema muy desconocido.

—Alimentación vegana o tradicional. ¿Qué influencia tienen estas dietas en la microbiota? ¿Tiene alguna repercusión en la microbiota ese tipo de dietas que están de moda como el ayuno intermitente?

—En estos asuntos suelen haber opiniones contradictorias y muchas interesadas (en todos los sentidos). Deberíamos reaprender a alimentarnos con los alimentos que sean propios de cada temporada y, siempre que sea posible, de proximidad (antiguamente existían los arrieros y actualmente sus sucesores los transportistas porque no siempre lo es) y con prácticas respetuosas con el ambiente. Y dispuestos a pagar el valor que tienen (¿pero todo el mundo puede?). También a utilizar mejor los términos ‘natural’ (¿es natural que una parte de la dieta sean productos que se compran en una farmacia, parafarmacia o similar? ¿es natural tener un coche, un frigorífico, un móvil, un microondas?), ‘químico’ (todos los alimentos son productos químicos) o ‘procesado’ (¿se considera el cocido —tradicional o vegano— como un alimento procesado?). Hablamos de la España vaciada o rural, pero ¿sería posible sin ganaderos? Y hay quien demoniza, sin ninguna base científica, alimentos que han contribuido a que nuestra especie haya llegado hasta aquí. Que no nos tengamos que ver en algunas de las situaciones a las que se enfrentaron nuestros abuelos o que siguen estando presentes en muchas otras partes del planeta.

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