Diario de León

La asturleonesa que se convirtió en la primera paracaidista del Ejército del Aire «por error»

María Larrea Iglesias quería ser militar, pero cuando acabó el COU las mujeres aún tenían vetada la carrera castrense. Al final de sus estudios en Empresariales se apuntó como cazador paracaidista.

María Larrea Larrea en el CIFP Ciudad de León donde imparte clase este curso. RAMIRO

León

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«No me fijé que las mujeres no podían apuntarse a las unidades operativas, ni tampoco lo vieron en el Ministerio porque mi nombre salió publicado en el BOE y ya no pudieron impedirlo», explica. Asturiana de nacimiento y leonesa de adopción desde hace 25 años, María Larrea Iglesias (Oviedo. 1969) tenía referentes militares en su familia. Un tío que llegó a teniente coronel del Ejército de Tierra y también su abuelo. «Además era un poco trasto, aunque muy femenina», apostilla al explicar la osadía con que puso el pie en el Ejército del Aire.

Entró en la Escuela Militar de Alcantarilla (Murcia) en 1993. No había mujeres ni se las esperaba. «Allí me colé yo. Me tuvieron que hacer un traje a medida porque tampoco había uniforme», señala. Se lo cosió el mismo sastre que hizo el traje de oficial del aire al entonces príncipe de Asturias y actual rey Felipe VI. El 24 de mayo realizó su primer salto. Una fecha inolvidable que ha quedado plasmada en el pequeño museo del la base de Alcantarilla pero que no figura en los anales del Ejército del Aire que recuerdan que el 23 de enero de 1948 «doce audaces comandados por el capitán Ramón Salas Larrazábal realizaron su primer salto al vacío».

Con cuarenta y cinco años de diferencia, María Larrea cumplió su sueño y abrió las puertas a otras mujeres en el mundo del paracaidismo militar. «Me lo pasé muy bien. Era el primer salto pero hay que tener en cuenta que llevaba tres meses haciendo instrucción paracaidista. Todo ese ambiente te va haciendo sentirte segura», comenta.

Durante los cuatro años que permaneció en el ejército realizó unos setenta saltos, una cifra que es pequeña si la compara con la de quienes, como su marido, han hecho más de 2.000 en toda su carrera, que para ella tiene un significado importante. «Hay que verlo en el contexto de la época. Yo pude entrar y luego entraron más mujeres, pero entonces no teníamos posibilidad de participar en la Papea (Patrulla Acrobática de Paracaidismo del Ejército del Aire). Entré con muchas limitaciones y fui abriendo puertas».

Hizo saltos de noche, en el Mar Menor, en zonas de exterior y probando distintos paracaídas. Pesaba 50 kilos y a veces tenía que saltar con más de 50 kilos de peso. Suplió sus limitaciones físicas con destreza. «El problema no es saltar con 50 kilos de peso, sino luego recoger el paracaídas y llevarlo al camión», por lo que «aprendí a caer lo más cerca del camión posible».

María Larrea subraya que a los cuatro años sintió que había «tocado techo». «Para mí no había igualdad. Había ciertos cursos que no podía hacer porque me chocaba con el muro de las pruebas físicas y, además, estaban paradas las oposiciones de escala media». Hasta 1999 no se publica la Ley de las Fuerzas Armadas que establece la igualdad de acceso de hombres y mujeres en la carrera castrense.

Decidió cambiar su vida, se incorporó a la empresa privada, se casó y tuvo dos hijos y en 2011 se incorporó a la enseñanza secundaria en la escuela pública. A sus 55 años es interina y este curso da clase en el Centro Integrado de Formación Profesional (CIFP) Ciudad de León en Procesos de Gestión Administrativa.

«Claro que me dio pena, pero fueron cinco minutos de lloriqueo en el sofá y volver a empezar», asegura. «Cuando cambio no miro atrás. Hoy ya me tendrían en cuenta mis méritos, pero aquella todo eso no se contemplaba». «La chica y el morito, mi amigo Mohamed, éramos la nota pintoresca», señala sobre el momento que le tocó vivir.

Entre las anécdotas, recuerda que cuando se acercaba el primer mes de diciembre que pasó en la escuela militar «ni siquiera sabía que la virgen de Loreto era la patrona del Aire». Con este motivo se organizaban unos campeonatos y uno de los organizadores le dijo con condescendencia: «Nos tenemos que apuntar a un campeonato y contribuir a la fiesta, pero, tranquila, que también hay campeonato de parchís». Aquel hombre no sabía con quien se las jugaba. «Llamé a mi amigo Mohamed y le pregunté cuáles eran los ejercicios más marciales. Me dijo que armar, cargar y desmontar el cetme, pero que en eso ganaban siempre los zapadores». A lo que María Larrea respondió: «Pues este año van a ganar los instructores y estaré yo en el equipo». Dicho y hecho. No solo ese año, sino alguno más. «¿Confianza?. No sé si fue confianza o la inconsciencia de la edad», afirma.

A la pregunta de si se atrevería a saltar de nuevo en paracaídas no duda en responder: «Sí, me atrevería pero fuera del ámbito militar no y las normas actuales no lo permiten tirarse si no tienes todos los requisitos», Ni siquiera en en un «tándem» como propuso la última vez que le invitaron a la conmemoración del primer salto que se realiza en Alcantarilla cada 23 de enero.

De la escuela, donde también fue adiestradora, tiene muy buenos recuerdos, se siente querida y aunque admite que «quien va delante va abriendo puertas», vivió y recuerda con «total normalidad» ser la primera mujer paracaidista del Ejército del Aire. «Las pioneras han sido nuestras madres y nuestras abuelas. Esto es anecdótico», señala desde la distancia de tres décadas de un hito que merece su frontispicio.

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