Diario de León

HISTORIAS DE SUPERACIÓN

Coco Calleja: «Los pacientes con covid persistente somos los grandes olvidados»

La leonesa es una de los dos millones de personas que viven con covid persistente en España. A los dos años de ser diagnosticada sufrió un cáncer de mama que cambió definitivamente su vida

Coco Calleja.

Coco Calleja.FERNANDO OTERO

León

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Coco Calleja enfermó de covid el 28 de febrero de 2020. «Fui la primera paciente y literalmente me encerraron en una sala mientras recibían instrucciones de salud pública». Volvió a casa sin diagnóstico y empeoró. «Pasé unos días horribles, mi médico consiguió que me hicieran una PCR, pero ya no daba positivo. Lo supe después por una analítica en la empresa».

Esta leonesa de 48 años tenía una «vida normal» en Madrid, donde residía por trabajo. En mayo fue derivada a medicina interna y luego a dermatología, cardiología, neumología e inmunología». En este periplo se quebró su salud mental. A los seis meses llegó el diagnóstico. Covid persistente. Los síntomas con los que vive cada día son fatiga crónica y fibromialgia, cefaleas, brotes en la piel y, lo que es peor, disautonomía, una afectación del nervio vago que controla funciones en automático como las digestiones, el sueño o la frecuencia cardiaca. Dar un paseo desde el centro de León hasta Eras de Renueva es una gesta que no se puede permitir. La pérdida de memoria a corto plazo, espacial y de trabajo y la dificultad para generar nuevos recuerdos son otros de los daños colaterales del covid persistente.

Los brotes exacerban la enfermedad y la dejan postrada en la cama días. En 2022, sufrió otro golpe. En una revisión ginecológica le diagnostican cáncer de mama. Vivió casi en total soledad las 16 sesiones de quimioterapia y las 25 de radioterapia después de una intervención en la que le reconstruyeron la mama. Ahora está con tratamiento hormonal. «A todas las mujeres les pido que acudan a las revisiones», recalca.

«Tuve que dejar mi trabajo y mi vida social se ha visto superafectada. No puedes seguir el ritmo y se quedan muy poca gente. Pero la vida te pone en el camino a otras personas maravillosas», apunta. Coco Calleja decidió trasladarse a vivir a León cuando le dieron la incapacidad laboral permanente y una discapacidad del 45%.

La enfermedad crónica, apunta, supone traspasar la frontera de la aceptación. «Pasas un duelo por la salud perdida y puedes tener una afectación mental. Mi psicóloga me ha salvado la vida muchas veces», señala para aclarar que «aceptación no es resignación: sigo haciendo todo lo posible por mejorar mi estado».

«Tuve que dejar mi trabajo y mi vida social se ha visto superafectada. Se va gente y vienen otras personas maravillosas»

Con la aceptación, «empiezas a reconstruir tu vida en función de tus nuevas capacidades y características, pero tenemos poca ayuda de las instituciones y la sociedad no está preparada. No te apoyan lo suficiente para sacar tu vida a flote. Te tienes que buscar la vida». Menos ingresos y más gastos lastran su opción a terapias complementarias.

«Cuando oigo a los políticos decir a las víctimas de la dana que no les olvidarán me hierve la sangre: les olvidarán en un año». «Somos dos millones de personas en España, en su mayoría mujeres. Hay hombres y, sobre todo, niños y adolescentes que tienen sus vidas rotas», lamenta. «Somos los grandes olvidados de la pandemia. Se han desmantelado unidades específicas y te dan de alta», subraya.

Ella dice que tiene suerte porque la mantienen como paciente en el hospital de la Fundación Jiménez Díaz, donde la han tratado desde el principio. También se congratula de sus nuevas relaciones, sobre todo tras el curso de cine del que ha surgido un grupo de prevención del suicidio en el que participa. «Tuve que tomar antidepresivos y hasta que me hicieron efecto, no llegué a materializar nada, pero tuve mi coqueteo con el suicidio», admite.

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