Beni, la leonesa pionera del fútbol en Cataluña: "Lo dejé al casarme, si es hoy no lo dejo"
Oriunda de Joarilla de las Matas, emigró con 18 años a Barcelona, fue obrera y futbolista en la Seat y la ficharon para el San Andrés (hoy Sant Andreu) a finales de los años 60

Beni de Manuel Fernández ya no juega al fútbol pero a sus 80 años disfruta de una vida activa.
A Beni de Manuel Fernández le costó más aprender a coser que meter goles en un tiempo en que la mujer tenía que dominar la aguja y tenía casi prohibido tocar el balón.
Esta leonesa nacida en 1945 en el pequeño pueblo de Joarilla de las Matas, en la comarca de Sahagún, es una de las pioneras anónimas del fútbol en España. De pequeña, relata, «no tuve muñecas, mi madre no me las podía comprar, pero corría mucho y levantaba los pies». Con dos años de edad se quedó huérfana de padre y su madre viuda por segunda vez, con dos criaturas porque los cuatro hijos del anterior matrimonio ya se habían independizado.
«A los 14 años, cuando salí de la escuela, me tuve que poner a trabajar en el campo, recogiendo lentejas en el verano y el otoño a la vendimia y a recoger los palos cuando podaban las viñas», relata. Recuerda también a temporadas «durante casi dos años, estuvimos cogiendo piedras para hacer la carretera» que llega desde Matallana de Valmadrigal.
Con 18 años emigró a Cataluña junto a su hermana. Corrían los años 60 y el desarrollismo demandaba mano de obra en los grandes polos industriales. «Fui a Barcelona con mi hermana» en busca de trabajo. «Empecé a trabajar en una fábrica de persianas y duré quince días porque no entendía nada». Después trabajó cuatro para televisiones Iberia hasta que, a través de un conocido que trabajaba en la Seat, logró entrar en la empresa que era uno de los referentes del empleo industrial.
«Un señor que era vigilante nos metió a todos los que pudo», confiesa. A ella, que no pasó la prueba de la costura, le dieron una segunda oportunidad y entró en la cadena de montaje para poner la guata a las bandejas, los respaldos y la cabecera del Seat 127. «Al cabo de siete años de estar allí, no me quedó más remedio que ponerme a coser, pero me gustaba más estar en el otro lado, con los cortadores, porque había hombres y mujeres», recuerda.
A finales de los años 60, «apareció uno de los jefes y dijo que se iba a formar un equipo de fútbol femenino y todo el mundo se apuntó», pero Beni era de las pocas que sabía chutear y correr detrás del balón: «Yo les oía que decían: esa...esa». A la intrépida leonesa no sólo la ficharon sino que se convirtió en la capitana del equipo de la Seat. «Fui muy feliz jugando al fútbol. Cuando aquel hombre me dijo que me fichaba, me dio una alegría más grande que cuando me casé».
Al principio le daba vergüeza desnudarse en el vestuario delante de las compañeras. «Aquí nos bañábamos en el río con combinación», apunta.
Luego la ficharon por el San Andrés, «hoy Sant Andreu». «Íbamos por todos los pueblos de Cataluña y mis compañeras me cambiaban el turno cuando me tocaba entrenar por la tarde. Tenía amistad con todas y sabía hacer muchas cosas», comenta. Jugaban por amor al arte y a veces en campos embarrados, como en cierta ocasión en Vic. «No nos daban nada, solo algún regalo como un llavero con la letra de nuestro nombre», subraya.
La aventura de Beni con el balón se prolongó durante cuatro años, hasta que se casó en 1972. «Si es hoy no lo dejo», asegura. Pero el matrimonio era un cambio de vida radical para las mujeres. Su marido, Clemente Arias, a quien había conocido en un baile del paseo de Gracia, entró a trabajar en la Seat y coincidieron en el mismo turno. Al nacer su primer hijo, Beni lo cambió y se acogió a una reducción de jornada de seis horas.
«Trabajé en la Seat hasta 1983», apunta. Eran los primeros coletazos de la reconversión industrial y se acogió a una baja incentivada con la que el matrimonio decidió comprar una finca en el pueblo leonés de Beni con la idea de volver al jubilarse. Con el tiempo, Clemente pidió el traslado a Pamplona y, tras jubilarse, se establecieron en Villaquilambre y Joarilla de las Matas.
Beni no se pierde un partido de la liga femenina de fútbol. Admira mucho a Alexa Putellas y ha vivido con estupefacción el caso de Jenni Hermoso, aunque cree que no hubiera podido reaccionar como la joven futbolista. «De la emoción, yo creo que si me dan un beso no digo nada», admite. «Son otros tiempos», añade.
Tiempos en los que aún no existía la selección femenina de fútbol, se creó a principios de los 70, y los primeros equipos femeninos empezaban a rodar por los campos de fútbol. «En León he conocido a Celsa que es una de las que empezó», apunta.
Beni es una de las usuarias más activas del Ciami de Villaquilambre, fue premio Mujer 2024 por su trayectoria vital, hace teatro y monólogos y se divierte disfrazándose. El balón siempre lo tiene a mano.

El equipo del San Andrés (Sant Andréu hoy) en los años 60-70.
Beni, la leonesa obrera y futbolista

Con los sobrinos el día de su debut en el equipo de la fábrica donde trabajaba.
Beni, la leonesa obrera y futbolista

El equipo del San Andrés (Sant Andréu hoy) en los años 60-70.
Beni, la leonesa obrera y futbolista

El equipo del San Andrés (Sant Andréu hoy) en los años 60-70.
Beni, la leonesa obrera y futbolista

Con el equipo de fútbol femenino de la fábrica de Seat en Barcelona.
Beni, la leonesa obrera y futbolista

Con las compañeras de Seat en uno de los partidos a finales de los 60.
Beni, la leonesa obrera y futbolista

El equipo del San Andrés (Sant Andréu hoy) en los años 60-70.
Beni, la leonesa obrera y futbolista

En 2024, en el Ciami sorprendió con su disfraz de futbolista.
Beni, la leonesa obrera y futbolista

En un partido de solteras y casadas en Joarilla de las Matas en los años 80.
Beni, la leonesa obrera y futbolista

El equipo de mujeres de Joarilla de las Matas en los años 80.
Beni, la leonesa obrera y futbolista

Beni, el día de su primer partido con el equipo de la Seat.