Diario de León

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Dijo alguien que la naturaleza imita al arte y quedó escrita la frase para los asnales de la historia como majadería de oro y cabezada. Si esto fuera cierto, habría que celebrar el buen gusto de la ¡pobre naturaleza! cuando algunos campos de Arlés sugieren la paleta atormentada de Van Gogh o si la sierra de Guadarrama pone los cielos entreverados de nube y de color Velázquez. Acusar de plagio a la vieja señora naturaleza es como decir que el mar de Valencia con sus luces y cañizos de playa no era tal hasta que Sorolla lo pintó, que las peñascas de Llanes no existían hasta que fueron a una exposición de Piñole, que la campiña francesa no tenía flores hasta que Manet las coló en sus lienzos, y así... Quiere decirse que si la naturaleza cuelga de un olivo un cuadro campero de Vázquez Díaz, aún tolera el colgajo, pero si se atreve a plantar un Tapies al lado, le pega el asunto al árbol como a un Cristo dos pistolas y ese olivo, cuyo tronco aloja las más sugerentes muecas de belleza torturada, sacaría patas de la nada y huiría hacia el norte de friura donde los olivos -y hasta los aceituneros altivos- mueren de melancolía perdiendo sus ganas de cumplir siglos, sobre todo al ver allí sabinas de igual tronco retorcido o roblones de Vegabaño escapados hasta los altos pastos cervunales, porque piensa que también huyeron algún día cuando a su sombra esbozaban apuntes Andy Warhol y Vela Zanussi. Aún así, habrá que ser condescendientes con la frasecita ceremonial y darle un crédito, una oportunidad de que la naturaleza cumpla el aserto de ser copiona, así que desde hoy mismo he de ponerme a otear campos y barrancas, montes y mares por ver si algún día observo que en una ladera surgen de forma espontánea cualquiera de los montajes y estéticas planchadas de una performance, de uno de esos retretes que se alzan en veneración plástica en cualquier museo de arte contemporáneo, una mierda pinchada en un palo con la firma de Klaus Metterbinchen (¿no le conoces?... tranquilo; tampoco él se conoce a sí mismo y, sin embargo, ya ha expuesto en Viena y en Berlín y lo traerán algún día por aquí sobre un talón volador en el que constan cincuenta millones consignados por el ala y otros diez por el culo para el comisario artístico del evento).

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