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SALVADA sea la aviesa comparanza, el tamaño y movimientos del aeropuerto leonés trae a la retina a Humfrey Bogart, excombatiente de Corea con chupa de cuero raído de piloto al punto llegando a un aerodromo comercial mejicano con unas sacas de correo y una carga de barriles de cerveza, como esos que llevaba el padre Angel en un vuelo militar con tropa en el pasaje y cuyas fotos escandalizaron la pasada semana. No te tome por agravio, pero el aeropuerto que nos adorna la cresta en los altos de La Virgen del Camino, más que tamaño, tiene tamañito. Aún así, sobra sitio para el tímido meneo que allí se palpa, previsión que se agradece, pues en caso de crecer se aliviarán agobios. Y crece. Se anuncian nuevos vuelos a Vigo, Bilbao, Alicante, Palma y la rebimba vacacionera que venga añadida. Ensayarán nuevos enlaces. Estupendo. Si pitan, se mantendrán; y si flaquean de carga, volarán a otros pagos como pájaros migratorios que son los aviones, pájaros subcontratados o ucranianos... y algo pajarracos los que pillan tajada de tanto comercio y tanta prisa. Hay que pensar que crecerá ese aeropuerto como crecieron muchos apeaderos para convertirse en estación de gorra roja y silbato, como las que sembró en su trayecto el tren hullero de Matallana, creado para llevar carbón cazurro a la siderugia bilbaina, aunque acabó llevándose también a la gente moza con sólo billete de ida y que, años después, se verían empujados a llamar a sus críos Gorka o Edurne por si las moscas y por agradecer el pan que aquí no encontraron... Pero ahora somos ricos y se vuela más. El aeropuerto-apeadero crecerá si el horizonte de esas pistas no se ve limitado porque acaparen pasillos las escuadrillas de una escuela de pilotos de la que se ha esfumado la sustancia y nos quedan los talleres, mecánicos, vuelos de prueba y la concesión del bar de oficiales que pillará algún listo con vara alta de plata para sacudir los avellanos y vara baja para segar la espinilla del que se adelante a las vísperas. Otra noticia trajo el día: Si no hay dinero y apoyos, el proyecto tecnológico leonés más señero (Inbiotec) corre peligro de ver abortadas líneas de investigación. El profesor Martín clama en desierto. Mucho es de temer que la gente moza de la ciencia acabe utilizando un día este apeadero aéreo, pero con sólo billete de ida de nuevo.