El este de América del Norte permanece en vilo desde que los institutos metereológicos comenzarán a presagiar las consecuencias que supondría un ciclón que llegaba a alcanzar los 165 kilómetros a la hora.
Por el momento las cifras hablan por sí solas: tres fallecidos, dos millones de personas sin electricidad en Carolina del Norte, Virginia y Maryland, y miles de americanos desplazados buscando refugio en albergues más consistentes.
Pese a que, al llegar a Carolina del Norte, Isabel ha perdido fuerza dejando su consideración de huracán por la de "tormenta tropical" los destrozos se cuentan en millones en la zona, ya declarada como "catastrófica".
A los incontrolables vientos se une la intensa lluvia que ha anegado casas y ciudades. Además, las autoridades han avisado de que el riesgo de inundaciones será aún mayor debido a la coincidencia de las lluvias con la marea alta.
El presidente Bush ha abandonado también la Casa Blanca, tomando rumbo a la residencia de Camp David para huir así de Isabel. El Gobierno también ha cancelado sus actividades y sus viajes al exterior.
Caminar por las calles de América se ha convertido en algo imposible. En las zonas costeras las revueltas mareas están incrementando el poder destructor del ciclón.
Sin embargo, cuando el huracán no había alcanzado su cota más alta, los surfistas se lanzaban con sus tablas en busca de la "gran ola".
Y otros intentaban imitar a los personajes del celuloide en las películas más taquilleras.
Ahora, sólo queda esperar a que esta "mujer" de fuerte carácter suavice aún más su cólera y se retire a dormitar de nuevo.