Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

El verano ha venido...

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VICTORIANO CRÉMER
León

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. .. Y NADIE sabe cómo ha sido, ni para qué, ni siquiera hasta cuándo. Dicen los sabios que en este tiempo los deseos pierden fuerza, los estímulos se resquebrajan y aquel que debe pagar no paga. Es lo que los andaluces llaman o llamaban «la cansera». Tiempo para la siesta y para las rebajas. Apoteosis del «Corte Inglés» y de los chiringuitos de comida rápida. Lo confieso: Me siento como desganado, como desfallecido, como sin sangre. Las escasas ganas de trabajar que me quedaban para alcanzar el fin de la jornada, se han desprendido de mis planes y ahora y en esta hora desmadejada del curso, lo único que de verdad me apetece es no hacer nada. Pero ¿cómo se hace lo de no hacer nada? Es un filosofema como el de que «solamente sé que no sé nada». Y no hacer nada es como no saber que no se sabe para lo cual no existe otro remedio que el de la quietud ante la marcha de las esferas, la calma y la sangría. Es la ocasión que los comerciantes pintan calva para las rebajas, que vienen a ser como las tentaciones de San Antonio pero en forma de ropas hechas, de zapatos sin horma y de camisas de once varas. El que ni duerme la siesta, no va de vacaciones, ni asiste al debate belicoso de las rebajas, no tiene otra salida lúdica que la de seguir los pasos de ese encanto de chico, inglés, rubio y con coleta, que forma parte de la empresa del Real Madrid. Me refiero a David Beckham. No recuerdo en mi ya prolongada biografía un caso de exaltación sensual más detonante que el de la introducción de este señor en la rústica vida de Castilla y León. Ni Guzmán llamado el Bueno ni el Cid Campeador llamado Rodrigo el de Vivar, ni el inefable señor Tamayo, el del «Nuevo Socialismo» dejaron una señal más honda de su paso. Las muchachas que los románticos de antes decían «en flor» y que ahora se distinguen como «chicas pijas» arrojan al paso del paladín británico clamores y sostenes y los varones de pelo en pecho, corren a los laboratorios de estética para la depilación. Nos encontramos aunque a risa lo tomemos (como el Pyayo «que a risa lo toma la gente / y a mi me da pena y me causa un cabreo impotente») en el período más estrafalario y alarmante de nuestra Historia. Y con muy pocas dudas, el pueblo, que en eso de bautizar es como al cura de la parroquia le ha dado ya nombre y sentido: señoras y señores que a lo mejor hasta me están leyendo: Nos encontramos en el epicentro de la Edad de la seda, conocida ya desde los tiempos de Gengis Khan como explosión de lo nuevo. Todo es nuevo: Los gobernantes, los partidos, los profesionales, las señoras de la tele, los gays, los tránsfugas, los malversadores de fondos ajenos. Inventamos modas, estilos y maneras de hacerse rico sin esfuerzo. Y como superación de nosotros mismos, nos sacamos de la manga denominaciones políticas. Ya no cubren gastos, como decía el compañero Valdés, ni los términos centralista, liberal, conservador, socialista, comunista, ácrata, sindicalista o chico de la parroquia. Necesitamos una señal que nos distinga. Y dimos con el centrismo y ahora con el «Nuevo Socialismo» de Tamayo el tránsfuga. ¡Señoras! ¡Esto es como para mear y no echar gota! Pero así es y cabe temer que todo aquel que no se pliegue a los manejos de estos inventores de humo, se verán obligados a desfallecer con las ilusiones puestas. En el fondo o en la superficie, a mi ­-y ustedes perdonen la manera de señalar- me parece que con todo ese guirigay no se consigue manifestar sino la realidad: Nuestra ambición, incompetencia, egocentrismo y vanidad. Esto no es nada nuevo. Lo nuevo es, en este caso, denunciarlo.

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