Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

¡Corazón, corazón!

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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YO NO sé cómo andará cada uno de ustedes con su corazón respectivo. Por lo que a mi conciencia estoy autorizado a declarar que ando mal, muy mal. El corazón me da saltos dentro del estuche y se me anuncia que si no pongo los remedios, cualquier día el corazón me va a dar un disgusto. Uno, osease yo, el que suscribe, al cabo de tantísimos años de andar por este mundo nuestro, ha pasado por todas las pruebas que se puedan practicar para asegurar, al menos, la fidelidad que el corazón nos debe. Pero no sabemos cómo hacerlo, porque cuando creemos haber dado con la fórmula, el corazón nos da un pálpito y nos disponemos a bien morir. Hasta hace solamente un puñado de años, para componer la biografía correcta de un ser humano, se mencionaba el corazón como piedra de contraste: si disponíamos de buen corazón merecíamos estar entre los buenos, para ocupar un puesto en el Paraíso, y la gente de mal corazón era excomulgada y propuesta para ocupar un rincón de los más oscuros del Infierno de Dante. Los leoneses, como todos los españolitos madre nos guarde Dios, somos gente de más corazón que cabeza y nos distinguimos precisamente porque en los momentos más solemnes de nuestra vida, nos dejamos llevar por el corazón. Pero, claro es, la pieza del mecanismo humano que es el corazón, se gasta con el uso -y más con el abuso-. Amar, por ejemplo, es un ejercicio en el cual dejamos el corazón y las entrañas. Y necesita talleres bien pertrechados para cuidar sus latidos y sus exposiciones, antes de que se nos rompa entre las manos o entre los besos. Los Hospitales, que en resumidas cuentas no son sino garajes para la reparación de corazones en peligro de extinción, reclaman con toda la razón una unidad de cirugía cardiaca, si queremos disponer de una comunidad de hombres saludables. Y los Hospitales de León, señoras y señores que tendrán su corazoncito, no cuentan con la instrumentalización inevitable para arreglar los trancos alarmantes de nuestro corazón. Y solicitan, desde hace ya un partido de trimestres, que, por quien corresponda, se procede a dotar a los dichos hospitales del imprescindible servicio de cirugía cardiaca, a fin de que nuestros corazones dispongan de remedio para sus muchos quebrantos. Y cuando nos aseguran que entre las faraónicas obras que se están llevando a cabo en los centros de acogida de enfermos del corazón y del páncreas no hay ningún quirófano destinado a la cirugía cardiaca, nos sentimos muy tristes y el corazón con el que contamos para seguir andando se nos encoge de temor, como un pajarillo de las nieves. Asistimos, con natural desasosiego, al reparto que los organismos hacen de los bienes generales, en uso de los poderes que les confiere la Constitución, los Reglamentos, el Fuero Juzgo y la Biblia, entre canasteros, pelotoneros, caminos, templos, ríos y explanadas, y a ninguno de estos beneméritos administradores de nuestros dineros se les ocurre pensar en el corazón doliente de todos y cada uno de los vecinos, electores en las próximas.

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