Diario de León

LITURGIA DOMINICAL

Los astros y la higuera

Publicado por
JOSÉ ROMÁN FLECHA ANDRÉS
León

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EL PASADO lo olvidamos con demasiada frecuencia. El presente se nos escapa de entre las manos. Es el futuro lo que realmente nos preocupa. Por lo incierto y desconocido. Nos inquieta nuestro futuro personal y el de las personas que amamos, el de los pueblos que quedan deshabitados y el de las instituciones que vemos decaer ante nuestros ojos. Con frecuencia nos preguntamos incluso por el futuro de toda una cultura con la que nos hemos sentido más o menos identificados. En esos casos nos parece que se acaba el mundo. Pero ¿se termina el mundo o es «nuestro» mundo el que corre peligro? Esa misma pregunta nos deja incómodos. Porque, si somos sinceros, el que nos preocupa es este mundo cercano que hemos procurado diseñar a nuestra imagen y hemos tratado de construir con nuestro propio esfuerzo. Signos de los tiempos El Evangelio de este domingo nos sitúa en un contexto semejante (Mc 13, 24-32). A primera vista, parece que Jesús ofrece unas señales precursoras del «fin del mundo»: «El sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearán». Muchos han escudriñado estos y otros fenómenos para anunciar el fin de los tiempos. La continuación de la historia les ha desmentido hasta ahora. Así que el texto evangélico ha de tener otro sentido menos literal. Jesús habla en los términos de la literatura apocalíptica, que estaba en vigor en su tiempo. No era sólo una moda. Era un estilo muy apropiado para indicar el señorío de Dios sobre la historia. En el mismo contexto Jesús utiliza una imagen menos aparatosa y más tranquilizante: la del brote de las yemas de la higuera que anuncia la llegada del verano. Con la imagen de los astros se asociaba la naturaleza a la suerte humana. Con la imagen de la higuera se invitaba a los discípulos a estar atentos a los «signos de los tiempos» que anuncian el tiempo de Dios. Majestad y presencia Las dos imágenes evangélicas van acompañadas de una observación sobre el mismo Jesús. Las dos se convierten en señales de su «venida». Las dos nos invitan a vivir en la espera y la esperanza: ¿ «Verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad». Venir sobre las nubes y venir con majestad son expresiones equivalentes. Con las dos se nos anuncia el señorío divino del Mesías. El temblor de los astros significa que hasta lo más brillante de este mundo es caduco y opaco ante la grandeza del Señor glorificado. ¿ «Sabed que Él está cerca, a la puerta». En medio del invierno de nuestros desalientos, los brotes de la higuera nos invitan a pensar que el Señor no se ha olvidado de la humanidad. Él ha decidido estar con nosotros para siempre. Pero es preciso aprender a descubrir su presencia, a veces tan escondida, entre los avatares de nuestro mundo. - Hijo de Dios e Hijo del hombre, te confesamos como Señor del mundo y de la historia. Ayúdanos a relativizar el rebrillo de los poderes que nos seducen y a reconocerte presente entre nosotros. Amén.

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