Diario de León

Cosas de aquí | Un icono de León

El esplendor del vigía

La retirada de los andamios deja al descubierto el color original de la torre de San Marcelo, que se hundió en el siglo XVI y a la que se añadieron dos cuerpos en 1964

Así estaba la torre hace cuatro meses, antes de ser restaurada

Así estaba la torre hace cuatro meses, antes de ser restaurada

León

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La torre de la iglesia de San Marcelo abandona hoy los últimos restos de un «abrigo» de andamios que la han mantenido a cubierto en los últimos cuatro meses. El arquitecto leonés Melquíades Ranilla ha dirigido una meticulosa restauración, utilizando materiales idénticos a los originarios -como el mortero de cal que une las juntas-. Seis operarios tuvieron que emplearse a fondo en la limpieza del ladrillo que recubre la torre, un trabajo que se efectuó completamente a mano. La obra, ejecutada a instancias de la parroquia, ha costado menos de 100.000 euros, con una única aportación del Ayuntamiento, de dos millones de pesetas. Queda ahora pendiente el proyecto para iluminar este «icono» de León, como lo define Ranilla, quien ya tiene diseñada la nueva luminaria, a sufragar íntegramente por la Concejalía de de Obras. La torre de San Marcelo ha sufrido numerosos avatares a lo largo de su historia. Y es que pocos años después de su construcción se hundieron los últimos cuerpos. Corría el año de 1559 y el cabildo de la Catedral tuvo que recurrir a la caridad de los fieles para reconstruirla. La nueva torre se concluye seis años después, bajo la dirección del maestro mayor de la Catedral, Juan López Rojas. Pero no será hasta 1577 cuando el cerrajero Pedro Flamenco corone la obra con una veleta de hierro, que aún hoy se mantiene firme, pero «fuera de uso». Ranilla dice que no se ha reparado porque ello habría obligado a desmantelar parte del tejado, encareciendo la obra. Y es que, pese a la fragilidad que ha mostrado esta estructura, la veleta está firmemente «adherida». La torre, tanto en su época inicial como tras su reconstrucción, constaba de tan sólo dos cuerpos. Es en 1964 cuando «crece» dos pisos. Hay pocas explicaciones para este «añadido», aunque Ranilla aventura que, probablemente, las nuevas construcciones del ensanche habían «ocultado» al que hasta entonces era un auténtico vigía de la ciudad. Los dos nuevos cuerpos permitieron a la torre recuperar su posición de privilegio y, aunque los materiales empleados no fueron precisamente nobles, no se han detectado daños que afecten a su estructura, aunque no así a su aspecto. El primer cambio apreciable a simple vista tras la restauración es el «nuevo» color de la torre. Tras eliminar una gruesa capa de mugre, ahora el ladrillo tiene una tonalidad más tenue, tal como debió ser originariamente. Aparte de la nueva iluminación, la iglesia que custodia los restos del mártir romano sólo precisa la limpieza de las fachadas, ya que, en breve, comenzará la restauración del bello retablo barroco del altar mayor.

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