Diario de León

Los científicos tratan de cuantificar el dióxido de carbono que pueden absorber los árboles

Los bosques son una pieza clave para frenar los efectos del cambio climático Las barricas de vino podrán fabricarse con roble rebollo

España invertirá 107.000 euros en analizar las especies del Inventario Nacional Forestal

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José Fernández F. González - león león
León

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La capacidad fotosintética de los árboles para fijar CO 2 de la atmósfera y su transformación en biomasa, convirtiéndose así en sumideros naturales de carbono, ha llevado a los países firmantes del Protocolo de Kioto a inventariar la cantidad de carbono que almacenan las especies forestales. En ese contexto, el Ministerio de Medio Ambiente y el Instituto Nacional de Investigación Agraria y Alimentaria (INIA) han firmado un convenio de colaboración para evaluar el dióxido de carbono que tienen acumulado los bosques españoles. Aunque el INIA lleva varios años con este trabajo y ha estudiado más de diez especies (pinos, encinas, alcornoques), con el nuevo proyecto, al que se destinan 107.240 euros, se pretende completar la investigación del resto de coníferas y frondosas (castaños, laurisilvas) hasta completar las 30 especies arbóreas incluidas en el Inventario Nacional Forestal. Según afirman los expertos, la capacidad de absorción de carbono por parte de un árbol depende, además de la especie, del grado de crecimiento. Sin embargo, hay que tener en cuenta el uso que se le da a su biomasa. Así, en especies de rápido crecimiento, como el eucalipto, se utiliza la madera para fabricar papel, que al tener una vida útil muy corta devolverá pronto a la atmósfera el CO 2 absorbido. La sabina, por su parte, tarda más en cortarse y se emplea para fabricar muebles, cuya vida es mayor que la del papel. Para calcular el CO 2 que fijan los bosques hay que conocer la biomasa que poseen, porque se calcula que el 50% de ella es carbono. La metodología de trabajo se inicia escogiendo árboles de distintas especies y tamaños a los que se cortan ramas, tronco y raíces para determinar las rutas que sigue el carbono dependiendo de lo que se descompone en el monte o se transforma en papel, muebles, etcétera. A continuación, se calcula su humedad, se resta del peso total y se obtiene el peso en seco. Posteriormente, se elaboran unas tablas que pueden aplicarse a cualquier inventario en el que figuren los diámetros de los árboles y permitirán calcular su biomasa seca y, por tanto, el CO 2 que acumulan. Los científicos advierten que los árboles no son la solución al cambio climático porque antes o después el carbono que han absorbido vuelve a la atmósfera (al morir y descomponerse, sufrir un incendio o ser transformada la madera). Sin embargo, es muy importante conservar los bosques, reforestar y utilizar la biomasa como fuente de energía porque, concluyen, es una forma de ganar tiempo mientras se ponen en marcha estrategias que reduzcan las emisiones. El Centro de Servicios y Promoción Forestal (CESEFOR), entidad basada en promocionar y mejorar la competitividad del sector forestal regional y su industria, aprovechando de forma sostenible los recursos autóctonos, está investigando el uso de la madera del roble rebollo, una especie de rápido crecimiento, para comprobar su viabilidad en tonelería, es decir, fabricar barricas dedicadas al envejecimiento de vino sustituyendo a las actuales procedentes de Francia y EEUU. Se calcula que el 30% de las cerca de 200.000 hectáreas de rebollo que existen en Castilla y León podrían utilizarse con esta finalidad, lo que supondría un valor añadido para un sector tan importante en la Comunidad como es el vinícola. La investigación, que cuenta con el apoyo del Instituto Nacional de Investigaciones Agrarias y Alimentarias, pasa por establecer una línea adecuada de silvicultura para conseguir la madera de rebollo con la densidad deseada. Según se afirma desde la Consejería de Medio Ambiente, durante los años 2004 y 2005, los estudios se centrarán en la caracterización ecológica de la madera y su comportamiento en los procesos de secado y tostado. Aunque existen buenas expectativas, se calcula que pasarán varios años antes de comercializar a gran escala barricas de roble autóctono. Hay que tener en cuenta que una barrica podría costar alrededor de 600 euros de los que unos 120 corresponderían a la materia prima, una cantidad que no se paga actualmente por la madera de pino y menos por el roble.

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