Diario de León
Publicado por
MARGARITA MERINO
León

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HAY UN temblor nuevo en el nombre de España. Muchos parecemos sentir en sincronía esta conmoción que nos toca y lleva aparejado el orgullo de pertenecer a un país que ha crecido tanto de golpe. Después del hachazo mental que produjo el 11-M un dolor que no podíamos asimilar -¿cómo dejar de pensar en la pobre gente tronchada y sus familias recibiendo la noticia de saberse literalmente despedazadas para siempre?-, el ejemplo magnífico de solidaridad, valentía, generosidad, de tantas personas en Madrid. Viajeros de los trenes infierno que se arriesgaban a sufrir otra explosión, vecinos, profesionales de los cuerpos de seguridad, dieron una lección de historia como si tal cosa, a la que no pudo ponerse a la altura el gobierno saliente (más preocupado en conservar la plaza, convertida al capricho belicista en diana mortal -la finca era suya- por herencia del concepto patrimonial del estado, tan franquista, que ha ostentado su líder). Mala cosa es la prepotencia, la falta de transparencia, el anteponer los intereses personalistas (o partidistas) a los nacionales, en una sociedad ya democrática, sí, si nos atenemos al resultado de las urnas. Y es que el cacareado crecimiento económico no basta si es a costa de avasallar el espacio simbólico en que habitan las pequeñas cosas y las grandes palabras, y acaso también esa holgura moral donde los ciudadanos prefieren vivir para la construcción de la concordia, de la paz. Una intuición regeneradora me dice que es posible recuperar alguna parte de la historia robada por el funesto Alzamiento (aunque no podamos revivir a los silenciados, ay), cuando comparo la reacción que se produjo en los Estados Unidos entre la gente corriente, tras la tragedia de las Torres Gemelas, con la de la Estación de Atocha en España. Me reconforta haber comprobado que en mi viejo país nadie pidió más sangre, que a todos nos rebosaba ese mar rojo incomprensible de la brutalmente vertida de tantos inocentes. Aquí no se habló de venganzas, cacerías, exterminios, por los que se clama de forma gratuita en Estados Unidos bajo manipulación sofocante. Tan ancha tierra es ahora rancho de los gerentes de las petroleras y la industria armamentista en la abominable construcción del mundo como furioso remake de La jauría humana . ¿Soplarán otros vientos de mayor tolerancia en el próximo noviembre que hagan reflexionar en las razones más profundas de la ira, de las trincheras del odio que entre todos debemos abolir? El 14-M, en un León ya casi «Capital de la Primavera», recorría las calles de mi infancia, de mi adolescencia, zapateando esperanzas, sabiendo que se jugaba algo demasiado importante a la hora de votar. Esa noche, ya de mi madurez, experimenté una alegría mayor que las de mis dos bodas juntas (con perdón de mi ex marido y del actual, ambos muy buenos mozos). Puede que el bien general me inspire más que cualquier deseo particular (y es que ni un príncipe azul como el mismísimo don Felipe hubiera cambiado a su favor la situación). Doy desde esta columna transoceánica, de todo corazón, la enhorabuena a José Luis Rodríguez Zapatero, presidente a estrenar, fresco y limpio, lleno de futuro y de ilusiones (pues lleva con la suya la saca rebosante de las nuestras). Felicitaciones a la sencillez (más elegante por contraste) melómana de Sonsoles Espinosa. ¿Cómo serán las miradas de esos ojos claros escrutadores de horizontes de renovación? Seguro que coherentes y justas. Demos amplio margen en este tiempo de decisiones, responsabilidades (y entuertos endosados) tan difíciles. Mando, con todos los respetos, un beso al padre tutelar, el ilustrísimo don Juan Rodríguez Lozano, a quien tanto quiero.

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