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Autismo: ¿Para qué la etiqueta?

Cualquier niño que presenta conductas autistas puede aprender a modificar su comportamiento, independientemente de que padezca un problema biológico

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Mag Castañón - león
León

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Los modelos tradicionales, inadecuados científicamente, tienden a la utilización de etiquetas para encajonar al comportamiento infantil. Uno de los diagnósticos más fatídicos es el de «Autismo», que presupone una serie de síntomas (en la comunicación, el lenguaje, las estereotipias, las relaciones sociales) y unas causas orgánicas, genéticas o neuroquímicas, llegando a considerar al niño como un «enfermo» que siempre será autista. Pero tal etiquetado plantea más probl emas de los que pretende resolver. Así, decir que un niño es autista no proporciona información útil. Se informa de morfologías de comportamiento, no de relaciones funcionales. Por ello no sirve para modificar el comportamiento del niño. Dificulta la comunicación profesional al prestarse a múltiples interpretaciones. Ensombrece comportamientos competentes que el niño puede tener. Es una explicación tautológica: se muestra como explicativa pero en realidad es una explicación circular, a partir de lo que vemos deducimos la etiqueta y después es la misma etiqueta la que nos explica lo que vemos. Los comportamientos a los que se refiere la etiqueta reciben gran atención social lo que puede, a su vez, reforzar esos comportamientos. No nos informa de comportamientos alternativos disponibles en el repertorio de los niños. Focaliza la atención en los déficits o los problemas de conducta más que en las habilidades y las competencias. Puede convertirse en «profecía autocumplida», justificando algunas formas de conducta. Induce fatalismo y, sobre todo, esta etiqueta es socialmente conservadora al desconectar la conducta del entorno en que esta tiene lugar, ensombreciendo el origen ambiental y social de los problemas de comportamiento ya que si el problema es del individuo no merece actuar sobre su entorno. El niño no está enfermo Para nuestro enfoque analítico conductual, el niño no está enfermo y no es verdad que siempre será «autista». El niño no es autista, su comportamiento puede clasificarse como tal. Si cambiamos su comportamiento autista y le enseñamos comportamientos apropiados ¿continuará «siendo autista»?. Sean cuales sean las causas del «autismo», necesitamos enseñar pautas de comportamiento apropiadas a las personas que presentan conductas autistas. No es igual un niño diagnosticado como «autista» que sepa seguir instrucciones, autocuidarse, hablar, mostrar afecto y recibirlo, leer, escribir, jugar con amigos, expresar sus sentimientos y gustos, a otro niño diagnosticado también como «autista», pero que pasa gran parte de su tiempo autoestimulándose, aislado, que no habla ni puede relacionarse con otros. El diagnóstico que un niño recibe importa poco. Lo que importa es la conducta que el niño presenta porque es ésta la conducta que vamos a modificar, no al niño.

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