Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

El relevo de la guardia

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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ES POSIBLE que para algunos de nuestros aficionados, parezca un dislate sostener que es mucho más interesante y peligroso el cambio de la guardia que el nombramiento de sus miembros titulares. En la milicia, el relevo es, además de una función establecida en los reglamentos, un verdadero espectáculo. En El Reino Unido, además de enviar submarinos a la sombra del Peñón de Gibraltar, para incordiar aun más las relaciones que nos desunen, el relevo es un montaje tan teatral como «La Corte del Faraón», pongamos como paralelo. Nuestros organismos, tanto locales como nacionales, suelen pecar precisamente por do más pecado hay, por el Relevo. Cuando un Ayuntamiento, una Diputación, o una Asociación de funcionarios de todo uso, entran en la dinámica del relevo, todos se echan a temblar, sobre todo los parroquianos, los consumidores, porque predomina entre nosotros la idea de que nunca se hacen los relevos de manera sensata, idónea y adecuada a las necesidades generales Como las vacantes se producen, corrientemente por alguna perversión del entramado gobernante, el vacío se cubre con apresuramiento, como si ya no quedaran funcionarios para tapar el agujero negro que se produce en la formación oficial. Por ejemplo, y sin que sirva para conflictos, en el Ayuntamiento de Don Paco, crecen los enanos y en el fenómeno se implican personajes que fueron en algún momento piezas clave para la buena andadura municipal: Rompió la cuerda del Pacto el que fuera inventor del Partido, Don José María Rodríguez de Francisco, siguiéndole con una carga muy sensible de rencor florentino, señor Otero para seguir cayendo, Doña Covadonga Soto, fiel a sus convicciones y lealtades. Se quebró la formulación municipal y se produjo el gran vacío ¿a quién nombrar, si entre los supervivientes ya no figuraban los que fueran titulares iniciales? ¿valdría para el caso, los que quedaban, después del rompimiento general?. Y el Regidor Mayor de la Casa de la Poridad, se encontró, sin comerlo ni beberlo, con un problema grave, porque se obliga a cubrir los vacíos con miembros en los cuales no habían pensado... Deseamos de todo corazón que a Don Francisco Fernández se le arreglen las cosas sin alteraciones ni tumultos, pero convendría recordar que es precisamente por la senda del relevo por donde se pierden los Organismos. Por ejemplo, ¿alguien pone en duda todavía de que lo que contribuyó al descrédito de José María Aznar no fueron aquellos cambios de gobierno, al cual accedían las gentes más increíbles? ¿Es qué todavía no se han dado cuenta los alcaldes anteriores que erraron cuando formaron los equipos del cambio? El Alcalde, Don Francisco Fernández, medita cuidadosamente cómo puede zanjar el pleito sin romper ni manchar el cristal de los Pactos, teniendo en cuenta su dependencia de los votos, y naturalmente se siente inquieto porque según su vocación, auténticamente leonesa, -que no leonesista de bando-, cualquier forma de relevo que instrumente, con los elementos de que dispone, puede resultar otro craso error ¡Y León, señor Alcalde, no está ya para más errores!

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