Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

La vid, la flor del vino

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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ME LLEGA la noticia, entre el fragor puro de la fiesta: A un vino de León, «Valjunco» de nombre, sin necesidad de apellidos, le ha sido otorgado un premio significativo: El Baco de Plata, reconocimiento que certifica la Unión Españoles de Catadores. Todo un símbolo. León, tierra de oro líquido, León en el Libro de los grandes descubrimientos del hombre: el Vino, el néctar milagroso que hiciera perder el curso del pensamiento a tantísimos seres ilustres. Porque el vino, según las últimas estimaciones es, diríamos, la última instancia que le ha sido otorgada al ser humano cuando se siente agarrotado por la tristeza. Decía, -y ¡con cuánta razón, vive el cielo! Que el vino en resumidas cuentas es la leche de los viejos y no hay peregrinación ni peregrinantes que no se conjugue adecuadamente y hasta necesariamente con esta huraña roca del rocío. Los vigilantes científicos de la salud del pobre ser enfermo, que es la condición o la naturaleza del hombre real, recomiendan, con un despego injurioso para nuestros ilustres caldos: «De beber vino, hágalo usted con vino acreditado, de mucha prosapia, y evite los vinos que llaman de aguja y que son los golfos de la vinatería». Y el buen catador, recurre, para contradecir la sentencia a vinos de tantísima solera y pergaminos, como los que da la tierra y los hombres del Bierzo, de Valdevimbre, de Ardón y de tierras de Rueda, tan jugosas y tan pujantes. O sea, que el vino de León bien merece otra misa y que conviene prestarle la atención debida hasta convertirle en patrimonio ilustrísimo de nuestra identidad. Porque, señoras y señores, los vinos acaban por serlo que son los cuidadores y los territorios y el sol y los buenos aires que les acogen y les animan en su marcha. Con pan y con vino, se hace el camino, que dijo el andante, al cruzar por el campo largo, triunfador, en donde el vino se anuncia mediante ópalos henchidos. No estoy haciendo poesía, sino economía, porque el vino, los vinos bien criados acaban por convertirse en instrumento importante del quehacer económico de los pueblos. Es, si se quiere, una manera de contemplar el fenómeno del vino y su influencia en los gráficos de la economía. Y en León donde los responsables de la cultura, en puestos decisivos de la administración y del mejor gobierno de la ínsula, sugieren la gastronomía como fundamento de la recuperación de un pueblo vacilante como el nuestro, no parece lógico que se desdeñe la exaltación del Vino o de los Vinos de León, no ya como complemento, sino como soporte de un buen comer, de un buen vivir. Conviene cuidar de que nadie falsifique este don del cielo, porque según está demostrado, el que corrompe la composición real del vino acaba por falsificar del pan. Y sin pan y sin vino no es posible andar el camino. El vino, señoras y señores, es una de las pocas cosas por las cuáles puede uno apostar, porque el vino es cosa de hombres hechos y derechos. Porque nada se hace sin raíz, sin riesgo, Sin sudor estelar o sangre de hombres...

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