Diario de León
Publicado por
RAMÓN PI
León

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UN AMIGO mío al que profeso mucho afecto y respeto suele decir que en todo grupo humano hay un demente (entiéndase un insensato, un niñoide, un imprevisible, un giliflautas, un..., en fin, pongan ustedes mismos lo que quieran), pero que, una vez identificado, deja de ser peligroso. Me parece que esta frase condensa el fruto de una larga experiencia, y que los contribuyentes deberíamos recordar cuando nos transformemos en votantes, cosa que, a efectos nacionales, ocurre más o menos cada cuatro años. Porque ahora podemos alegar que no los conocíamos, pero ya están identificados: en el Gobierno hay una colección de dementes bastante considerable, y lo malo es que seguirán siendo peligrosos mientras continúen con la llave de la caja del dinero nuestro. Un viejo adagio dice: «¡Qué buenos tiros se pegan con la pólvora del Rey!», en referencia a la cantidad de tonterías que hacen los gobernantes con el dinero que no es suyo y del que disponen a placer. Hay unas demencias más peligrosas que otras. Entre las menos nocivas está, por ejemplo, la solpagaitez de pedir a Manolo Santana que retire a las modelos que hacen de recogepelotas en el torneo de tenis profesional que se celebra estos días en Madrid; eso no pasa de ser una tontería ridícula sin más consecuencias que la risa que da. Pero hay otras mucho más inquietantes, como por ejemplo la incompetencia manifiesta de la directora general de Instituciones Penitenciarias, incapaz de hacer cumplir la ley en la cárcel de Topas, o las soluciones habitacionales de la ministra de la Vivienda, o la anulación de la reforma del Código Penal relativa a las convocatorias ilegales de consultas refrendarias, o la irresponsabilidad de los organizadores del Fórum de las Culturas de Barcelona, condenados a pagar tres millones de euros (con dinero del contribuyente, claro, no va a ser con el suyo) a unos productores de cine americanos. La pólvora del Rey es, en estos tiempos, el dinero nuestro. El dinero con que pagamos a esta colección de dementes para que vayan desparramando sus gracias por ahí. Me decía ayer un vecino: «Mira que son malos. Pero no digo malos en el sentido moral, sino en el de incompetentes». Uno que ya iba identificándolos.

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