Diario de León

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SI NO supiera que los Reyes no son los padres, sino los suegros de Urdangarín, estaría dispuesto a creer en ellos porque los Magos son psicológicamente tan necesarios como la lotería, que es en lo único que creen los que ya no creen en nada. El soñar y el imaginarse son tan convenientes como la fe convencida para no atollar el cerebro y no desquiciarse. De ilusión también se vive y con ella se aplaza la muerte; lo dice la experiencia y el doctor Rojas Marcos. Tener ilusión, incluso fantástica y delirante, es anestesiarse contra la vulgaridad y la injusticia que define o envuelve la existencia en este valle de lágrimas. Tener sueños, incluso descabellados, es poder imaginarse otro mundo, otros mundos o este mismo mundo, pero algo cambiado y más tranquilo, que vais como motos. Pero la utopía anda mejor con la lotería que con los Reyes; por eso hay más gente jugando al sorteo del Niño que en las cabalgatas municipales con Baltasares de betún en rostro y Gaspares de llamazar o llamargal. No creo ni en los reyes ni en su magia y, aún así, uno se dispone a escribirles una carta capitulando sueños y regalos porque los ritos son los ritos y, a lo mejor, en tocando a magos del oriente, haberlos haylos. Anoten sus majestades la retahíla de sueños y necesidades para este culo del mundo donde se dan la vuelta el viento y los camellos; a saber: un poco de memoria de cuando este pueblo nuestro emigró buscando un pan que aquí no nacía para que el racismo español no se multiplique por cuatro como ha ocurrido en los últimos años, otro poco de olvido de las artes de construir trincheras para que amanezca una tregua en el deporte nacional de la torta limpia y el tiro sucio, un rompeolas para que nuestro tsunami mental no recorra esta geografía devastando todas las costas de la razón y la concordia en las que vuelve a imperar la frontera y el privilegio, un detector de cohechos para políticos borrachos de prevaricación, un poco de carbón que aquí quieren extinguir o sus majestades tendrán que dejar a los malos gas argelino, un antibiótico con su fábrica para derrotar ese virus de la liquidación que muestran los que mandan, una chaquetilla de camarero para el futuro papel al que nos quieren reducir y un correverás con un cascabel delante y otro atrás para todos los tránsfugas que en el mundo crecen.

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