La conquista de la paz

LOS ACTUALES dirigentes del Partido Popular se han instalado tan lejos de la cordura como cerca de la sombra, ominosa y alargada, de José María Aznar. Su agresiva oposición radical a todo, pero particularmente al atisbo, promovido por el Gobierno y apoyado por el resto de los partidos políticos, de hallar una vía para el fin del terrorismo por el correspondiente cese definitivo de la violencia etarra, les sitúa en una suerte de marginalidad política inconcebible: ¿A tanto llega su aborrecimiento de Rodríguez Zapatero que son capaces de engañar a su propio electorado, convenciéndole mediante consignas irracionales y sectarias de que el Gobierno claudica ante la banda armada? ¿En tan poca estima tienen esos dirigentes a sus votantes como para suponerles una inteligencia tan roma y una sensibilidad tan rupestre? ¿Ignoran los Acebes, Zaplana, Rajoy y compañía que sus votantes son, antes que eso, ciudadanos decentes que anhelan, como todos, la paz, sea quien sea el Gobierno que finalmente la conquiste, pues ha de ser para beneficio de la nación entera?. Treinta años de ETA desde la muerte del dictador es mucha ruina, mucha muerte, mucha aflicción acumulada, demasiado horror para un país que merecía curarse de los no pocos horrores padecidos en su reciente historia con el específico de la convivencia democrática en paz. Y son muchas heridas, mucho miedo, una distorsión permanente de la vida política y de la relación entre los vascos y de éstos con el resto de los españoles. Treinta años de ETA desde la muerte del sátrapa son, sin que las medidas únicamente policiales lo hayan evitado, niños desmembrados por las bombas, y guardias, concejales, diputados, transeúntes y trabajadores de todas clases reventados, como también jóvenes fanatizados, convertidos en asesinos, y familias de las víctimas, y la guerra sucia, y merma de la libertad. ¿Habrá un sólo ciudadano digno de esa condición que rechace el cese de todo eso? ¿Qué más da quién lo logre, si hace mucho que los políticos, todos ellos, recibieron el mandato unánime de conquistar la paz?.