Diario de León
Publicado por
Antonio Núñez
León

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ANXO QUINTANA, líder del Bloque Nacionalista Gallego (BNG) ha cuantificado en 21.000 millones de euros, unos tres billones y medio de las viejas pesetiñas, lo que el llama la «deuda histórica» del Estado para con Galicia. Y, partiendo de este cálculo a ojo de buen cubero, se dispone a negociar con Touriño, el cacique local del PSOE, y con Zapatero la gobernabilidad del Finisterre, una vez dada la patada a Fraga. Lo segundo pase, porque ya iba siendo hora, pero en lo tocante a la cartera quietos todos. Según las cuentas de la vieja de Anxo y teniendo en cuenta que de Piefrafita del Cebrero para allá no llegan a tres millones de gallegos, España les debe a cada uno casi un millón de pesetas, peseta arriba o abajo, lo que es mucha guita y mucha gaita. Y luego está el asunto de quién paga, porque, una vez que los Borbones no pueden decir aquello de «el Estado soy yo», lo que ahora no dejaría de ser una lástima, vamos a apencar con el cheque todos menos don Juan Carlos, doña Leticia y demás familia. Primero empezaron los vascos con lo de la deuda histórica porque no les cuadraban los balances de los conciertos forales. Luego los catalanes pidiendo lo mismo. Más tarde los andaluces de Chávez a cuenta de las transferencias del Gobierno por censos de población. Y por último Anxo, que mide los miles de millones o, incluso, los billones como quien patea el Camino de Santiago, que termina donde su propio nombre indica, pero empieza por Navarra y pasa, sin ir más lejos, por aquí. Y quiere cobrar peaje. Lejos de uno cualquier mal pensamiento de quitarles a los gallegos lo que es suyo. Nadie les discute, por ejemplo, el precio de los percebes, del pulpo o del jabón de La Toja, aunque todo sería negociable. Pero de ahí a pagar por las buenas o por las bravas un kilo por paisano habría mucho que hablar. Las empanadas de Fraga, incluídas las mentales, salían más baratas. Con la autoridad moral que le da a un servidor ser biznieto de guardia civil de Orense espera que el fiscal no se cabree o, al menos, lo tenga como atenuante, si escribe, así como suena, que esto es un atraco. La gente que no parla catalá, se traba la lengua en euskera con las erres o tampoco fala galego empieza a tentarse la cartera y notar un cierto picor aproximadamente dos palmos más abajo, donde se supones que hay que tener lo que hay que tener cuando en el bolsillo de arriba no te queda saldo. Y, cuando se recibe una patada en cualquiera de los dos sitios, leches cómo duele. Pensándolo bien y habida cuenta de que Anxo -Angelico, en gallego- reclama a los del puerto del Cebrero para acá un kilo por barba, mientras que Carod, Maragall e Ibarretxe no quieren cotizar, a algunos se nos ocurre que bien podríamos crear el partido nacionalista de nosotros mismos. Para deuda histórica la hipoteca. Si añadimos al resto de la parentela, descontada alguna que otra cuñada, hasta estaríamos dispuestos a refundar la UPL (Unos Pocos Listillos) para actuar como partido bisagra en las próximas elecciones, tanto municipales como autonómicas o nacionales. A falta de mayorías absolutas calculamos el otro día en casa que nos íbamos a forrar. En cuando al resto de la comunidad de vecinos o del barrio, que espabilen o que paguen. Aquí no hay quien viva y quien dice aquí dice en España, que es como el famoso programa de la televisión, solo que a lo bestia, según el ministro de Hacienda, señor Solbes, al que le sudan los cristales de las gafas cada vez que estudia el debe/haber de los Presupuestos Generales del Estado. Parece un tipo simpático y bonachón, en ocasiones hasta desprendido, pero seguramente este verano no le salga la prueba del nueve, las sumas y las restas y, sobretodo, la regla de tres del tripartito catalán, del vasco (allí son ya cuatro o cinco, contando a Aralar y a Batasuna) o el uno más uno gallego del BNG y el PSOE, que no son dos, sino la órdiga. Ya está bien de chollos, chanchullos y pamplinas, abusando de la condición que algunos somos de pueblo en vez de nacionalistas. Los hay que fuimos a estudiar a Madrid, sin que se nos cayera el pelo de la dehesa ni nos probara para casa según nuestras abuelas, pero aprobamos. Otros, por el contrario, se quedaron en el pueblín manoseando la boina y están haciendo carrera. Lo de Anxo podría parecer un chiste, si no fuera porque va en serio. Dice que defiende a la Galicia irredenta, pero no piensa subvencionarle un servidor, que es, a su vez, un incomprendido desde chaval y, como tal aspira a los cincuenta y tantos tacos a una propina no menos histórica. La contabilidad del Estado debería cuadrar el «debe» y el «haber». Y debería haber para todos, pero no hay.

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