Diario de León

LITURGIA DOMINICAL

La siembra y el sembrador

Publicado por
JOSÉ ROMÁN FLECHA ANDRÉS
León

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EN LA SOCIEDAD industrial o electrónica en la que vivimos son cada vez menos las personas que tienen la experiencia directa de la siembra. Y, sin embargo, esta actividad está llena de lecciones. El sembrador ha de conocer el terreno y las semillas, ha de estar atento a los cambios del clima y de las estaciones. Pero, por encima de todo, el sembrador ha de tener una paciencia a prueba de desaliento. Una gran parte de la simiente puede perderse en el campo. Sembrar es siempre apostar por la esperanza. La sementera es también una metáfora de la educación. En la familia se siembra la semilla de los valores y los ideales. Pero no siempre se obtienen buenas cosechas en los hijos. Algo parecido pasa en la escuela. Son muchos los profesores que se sienten desanimados o quemados por la abundancia del fracaso escolar. A todos nos resulta fácil criticar la mala calidad del terreno para encontrar una respuesta al fracaso o al éxito de la siembra. Pero tal vez habría que analizar la calidad de la semilla y evaluar la preparación y el estilo de los sembradores. Calidad y rechazo «Salió el sembrador a sembrar¿» (Mt 13, 1-23). La parábola evangélica del sembrador es conocida por todos los cristianos. Con todo, la mayor parte de ellos se fijan en la segunda parte, que tiene un tono alegórico y moral. En esa parte se estudian las condiciones, los vicios y las virtudes de los oyentes de la palabra de Dios, para tratar de explicar el fracaso o el éxito de la predicación. Pero la primera parte de la parábola es aún más interesante. En ella no se habla tanto del sembrado como del sembrador. Se insiste en la fe del sembrador, en su confianza, en su esperanza. Esparce la semilla generosamente, en todo terreno y con igual dedicación. La primera parte de la parábola es una buena noticia para los desesperanzados: Dios tiene un proyecto sobre el mundo y sobre la evangelización y va a sacarlo adelante. La segunda parte es un aviso a los presuntuosos: Si el proyecto de Dios se retrasa no es por culpa suya o por la mala calidad de la semilla sino por el rechazo humano. La primera parte invita a la gratitud; la segunda a la responsabilidad. Ojos y oídos Entre la parábola del sembrador y su comentario alegórico encontramos una digresión sobre el sentido de las parábolas. Y de pronto, una bienaventuranza: «¡Dichosos vuestros ojos porque ven y vuestros oídos porque oyen!». - Esta frase resume todas las bienaventuranzas de Jesús. La dicha verdadera brota de la aceptación incondicional a su palabra. Una aceptación que pasa por los sentidos corporales. Porque la salvación no nace de una idea, sino del encuentro con una presencia personal. - Pero esta frase no se limita a los cristianos: es una oferta a todo ser humano. Toda persona ha de dar fruto en la vida. Para ello habrá de evitar suspicacias y egoísmos, frivolidades y malos hábitos. Y sobre todo, habrá de descubrir el valor positivo del mundo y de la vida. Confiar en la siembra porque existe un Sembrador. Es posible abrir los ojos y los oídos para descubrirlo en medio de la algarabía de este mundo. - Padre nuestro, que por Jesucristo derramas sobre nosotros la semilla de tu palabra, ayúdanos a acogerla de verdad, para que produzca frutos de buenas obras para tu gloria y nuestra paz. Amén.

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