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Centenarios con el Diario | Celedonia Álvarez Cabeza

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Celedonia Álvarez ha llegado a los cien años sin perder el ingenio y el gracejo que, aún hoy, arrancan risas a sus hijos cuando recuerda con ellos la historia de su vida

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Maite Almanza - castrillo de cepeda
León

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Celedonia Álvarez mira pensativa a través de la ventana de su cocina mientras dos de sus hijos, Florencio y Aurelio González, y su nuera Antonina Álvarez, repasan para Diario de León los avatares de su vida. De vez en cuando aporta algún detalle a la conversación o recita, previa petición de su familia y sin equivocarse, parte de Don Juan Tenorio o la Oración a San Antonio. Después, sonríe con gesto pícaro, pese a que se lamenta de que sus ojos ya no son lo que eran. Celedonia Álvarez sigue viviendo en la casa en la que crió a sus hijos, con uno de ellos, Aurelio, aunque el hermano de éste y la cuñada, que residen en Vega de Magaz, la visitan frecuentemente para ayudar a atenderla. Ella no ha perdido la simpatía y vivacidad de otro tiempo, que su nuera define como guasa. No está mal elegido el término, no, si se tiene en cuenta que, cuando le preguntaron qué haría con el bastón que este periódico le regaló por su centenario le dijo a uno de sus vástagos -que ya peinan canas-: «Darte con él». Dice, además, que cuando, en su juventud, un hombre le recomendó que se casara con quien llegó a ser su marido porque éste era capaz de labrar derechos los surcos en la tierra, ella contestó: «Si los derechos dan pan, los tuertos también lo dan». Exageración o realidad, semejante respuesta da idea del carácter entrañable de esta mujer, que su hijo Aurelio se empeña en fomentar pidiéndole, con amplia sonrisa, que le busque una novia. Durante muchos años, la mayor preocupación de Celedonia fue el trabajo del campo y el cuidado de la casa y los hijos. Ahora puede recoger lo sembrado paseando por el corral de su casa o por la calle, aun en silla de ruedas, cuando hace buen tiempo, o saliendo a ver a sus gatos o a comprobar cuántos huevos pusieron sus gallinas. Sus familiares aseguran que come poco, que siempre fue delgada, que incluso de joven estuvo delicada de salud, y que se rompió dos muñecas, el hombro y el femur en varias caídas «por intentar salir ella sola, a oler», explicó Florencio. De todas estas dolencias parece haberse recuperado con facilidad por lo que sus hijos creen que el secreto de su longevidad reside en su naturaleza fuerte, máxime cuando ni sus hermanos ni sus padres lograron esta proeza. El golpe más duro para Celedonia Álvarez fue el fallecimiento de otro de sus hijos a los 55 años de edad. Pero sus mayores alegrías son sus diez nietos y sus ocho biznietos, a los que Florencio, Aurelio y Antonina esperan reunir, junto al resto de la familia, en una gran celebración del centenario este verano. Como adelanto, Celedonia ya recibió, el pasado tres de marzo, sendos ramos de flores del sacerdote y la junta vecinal del pueblo, y una placa en plata del Ayuntamiento de Villamejil, en una fiesta en la que sus vecinos quisieron conmemorar tan importante cumpleaños. «Ella estaba muy contenta, la disfrutó mucho», asegura su nuera. Dicen de Celedonia, y este rotativo puede dar fe de ello, que es una mujer muy hospitalaria, y que nadie se va de su casa sin una invitación a merendar o a degustar un aperitivo. También, que todavía se preocupa por los quehaceres domésticos, como echar en remojo las legumbres para el guiso posterior. Su familia recuerda que hace años le encantaban los dulces, que iba a la novena de la Virgen del Camino, y que una vez le impidieron cantar en ella, con su consiguiente disgusto. Ella explica que su padre fue albañil y tamboritero, y cuando Aurelio le pregunta, con sorna, qué quiere estudiar de mayor, ella responde, como ofendida: «¿Qué quieres que estudie? ¡Si sé la mitad más que tú!». Fecha de nacimiento: 3 de marzo de 1906. Lugar: Castrillo de Cepeda. Residencia actual: Castrillo de Cepeda. Familia: Tiene cuatro hijos (Aurelio, Florencio, Milagros y José González Álvarez), diez nietos y ocho biznietos

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