Diario de León

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PARA lo que me queda en el convento, me cago dentro... En el disputado puerto de Pinos donde la Babia emilianense y el Mieres de vaca hullera son un choque entre trenes de mercancías, se denuncia ahora que los ganaderos asturianos arrojan a los pozos y «jous» kársticos de aquellas campas cervunales reses muertas que contaminan los acuíferos; a «ensuciar» (excrementar), como si fuera un arrendatario desahuciado cagando en aquel conventín de peña calva y pasto esmeralda. Envenenar los oasis para matar las cabras del beduino vecino o mear en los arroyos para putear al pueblo de abajo son beligerancias tan viejas en la humanidad como la invención de la garrota. En el caso de este puerto parece sobreacentuarse el impacto contaminador de reses muertas, que cierto lo tienen, claro está, aunque tirar ovejos tiesos y vacorras difuntas a las hoyas y embudos de nevero de todas estas montañas, desde Balouta a San Glorio, es costumbre y práctica inveretada, incluso ahora que se exige la retirada e incineración del ganado que la diña por ahí. Denunciar a los de Mieres por esta práctica guarra no les disuadirá de su terquedad y de sus trece; bien al contrario, les encabronará más y vendrán después con el socorrido «y tú más». Así que tampoco por esa senda acabaremos de resolver esta bronca fronteriza e interminable, bronca que alguna vez en la historia vieja y reciente ha sucedido en todos y cada uno de los puertos o lindes de montaña. Recuerda la disputa medieval sobre la titularidad del monte Llavarís entre los del Valdeón y Valdeburón. Se resolvió el necio pleito determinándose que al canto del gallo saldría de cada una de estas localidades un propio a la puta carrera y el primero que llegar al sitio arrimaría la propiedad a los suyos (trampearon los valdeoneses, emborracharon al gallo con pan en vino, cantó el asturiaspatriaquerida a las dos de la mañana y llegaron los primeros). Propóngase en este caso una prueba similar. Pero no concurrirán mozos corredores, sino dos alcaldes, dos consejeros autonómicos o dos canónigos, que también trendrían su gracia con la sotana arremangada. Se retransmite por televisión la prueba (pago previo) y ya idearemos los cazurros algún ingenio legítimamente tramposo para llevarnos lo que, por otra parte ya era nuestro.

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