Diario de León

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PARA entender la cazolada marbellí y todo su trasunto braguetero o maquinador la Biblia tiene páginas. La lectura del libro sagrado de los judíos (que, seguido de cuatro evangelios, lo es también de los cristianos) no se estimuló nunca desde los púlpitos del catolicismo ibérico porque eso de andar en lecturas bíblicas se entendió siempre como perniciosa afición luterana que brinda el desvío de la recta senda si el que lee es iletrado, obtuso o un cachondo. De genitales, cuernos, lujos, oropeles y oráculos hay asunto en la Biblia cada diez hojas; y marranerías muy explícitas: Noé borracho y en pelotas mostrando el ciruelillo a sus hijas en mofa, viejos viciosos babeando en derredor de la casta Susana, reyes Davices mandando a morir al frente al general amigo para tirarse a su mujer, Salomón rozando la pornografía mística (setecientas concubinas tenía el pájaro), hordas babilónicas violando y acuchillando... engendramientos raros, casorios, ricos, corrupción... profetas del periodismo celestial, sepulcros blanqueados, Epulones, ladrones en la cúspide, estriptis de Salomés... cortesanas putas, sacerdotes sumos en el trono de la indignidad... De todo tiene este libro, porque de todo hubo en la viña del Señor. Pero de entonces a acá han cambiado mucho los castigos que se imponen al desviado, al corrupto, al nefando, al ladrón y al robapueblos: a Herodes le esperó una larga postración con la gusanera royéndole las carnes, a los viejos babosos les fulminó la furia de Yahvé... y todo así, a lo crudo, hasta partiendo cráneos con lapidaciones. En la biblia marbellí, sin embargo, los viles y villanos tienen premio (incluso los entrullados que, en nada, saldrán lanzándose de barriga a una piscina de fajos). El oro marbellí o la morterada ladrillera de otro sitio no llevan pena, sino ejemplo, y cualquiera lubrica sus fantasías viéndose no menos listo que un camarero vestido de alcalde o un pocero que tapiza el suelo de su yate con topmodels superpilinguis. Hé aquí lo posible, la biblia del trinque impune. Por eso, lo que nos escandaliza no son las fortunas inmensas que apalean estos filisteos del cemento y el cochecho, sino lo paletos, ostentosos y voraces que son. Nosotros (así pensamos) hubiéramos sido menos horteras y más discretos conformándonos con una quinta parte (lo dice nuestra biblia).

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