Diario de León

El paisanaje

Sólo sé que no sé nada

Publicado por
Antonio Núñez
León

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DESDE el bombazo del aeropuerto de Barajas la gente se ha vuelto filósofa. Hasta la hinchada de La Cultural, cuando se junta a echar la quiniela en Casa Benito, en vez de saludar con un «feliz año» a Alfredo, el tabernero de toda la vida, le pregunta como a un Sócrates «¿Qué es esto?», a lo que el primero, tras poner la tapa, responde lacónicamente con un «sólo sé que no sé nada». Al principio los intelectuales creíamos que parlamentaban sobre el desahucio del estadio Amilibia, la subasta del club y la dimisión de la directiva. Sólo al quinto o sexto vino un profesor de griego, el único abstemio en la tertulia, le aclaró las ideas al del otro lado de la barra. «Macho», le dijo, «te están encuestando sobre qué opinas de lo de ETA y Zapatero». «Oído, cocina» y desde entonces donde antes en el cartel ponía a tiza «Cultural-Ponferradina X» pintó un prudente pronóstico de partido: «este establecimiento no sabe/no contesta». Así de nihilista anda la parroquia de Casa Benito, la mitad porque La Cultural nos tiene muy escarmentados y el otro cincuenta por ciento porque Zapatero es como el Beckham del barrio: mucha sonrisa en los anuncios, pero no suda la camiseta. En tocante al Inteco de León, la provincia se la suda a él. De cómo iban las negociaciones con ETA nos fiábamos de la palabra del presidente paisano, que vale tanto como la del leonesista De Francisco para el portero de La Cultural (el guardameta no, el del estadio, que tiene contrato fijo), así que todos dijimos «si el chico ha llegado hasta tan adentro en el área contraria, es que vale mucho». Faltaba rematar. No teníamos ni puta idea, con perdón, de ninguno de los dos, que ahora se descuelgan con que la culpa no es suya. En este sentido la barrera defensiva cuando pitan libre indirecto en el Amilibia, antes del siguiente gol, se parece sospechosamente al nuevo pacto antiterrorista que propone este Gobierno a la defensiva. Y la técnica más prudente en estos casos, a mayores de cubrir un ángulo elemental, es protegerse con las manos lo que usted ya sabe del físico y la Constitución de cada cual. Vale para lo de Butragueño igual que para el Estado. Esto lo entiende hasta Benito Floro. Lo que pasa es que no estamos preparados psicológicamente. Llevábamos dos años y pico mentalizándonos, como quien dice tres ligas y media legislatura, de que el terrorismo iba a ser derrotado por goleada. Y la cosa tenía sentido. Estaban fuera de juego Batasuna y los ultrasur kaleborrokeros, todos expulsados y con tarjeta roja, pero vino el fiscal general, más conocido por Cándido, y les dio permiso para volver al campo y jugar de tú a tú con el resto del país. Sólo son once, pero muy leñeros. En lo que a un servidor respecta la cosa está clara. La Cultural no tiene arreglo por falta de directivos con dos dedos de frente, porque no tienen más que fachada, preferiblemente de ladrillo, y, en cuanto al otro, una de dos: o Zapatero sabía más que nadie y nos engañó a todos en este futbolín, o ni siquiera eso, en cuyo caso somos todavía más tontos que él. Ahí tiene ahora Rajoy una bonita jugada a balon parado. Rebobinando en la moviola de los últimos nueve meses, como Javier Clemente para explicar a balón pasado por qué siempre perdía la selección nacional, las hemerotecas recuerdan lo siguiente: Otegui es un pacifista descarriado, Josu Ternera quiere meterse monja, los presos etarras abandonar la clausura y Zapatero aspira a darles a todos la bendición, tal que el señor obispo en el ite, misa est . Y otra vez una de dos: o le ha salido un pan como unas hostias o quiere hacernos comulgar con ruedas de molino. Uno de los trucos más antiguos de la oratoria parlamentaria del mundo consiste en hablar sin decir nada, a ser posible largo tiempo, con el fin de que el rival dimita de hablar y ser, a su vez, escuchado por agotamiento. La técnica empezó con Hitler y Stalin, siguió con Mao y Fidel Castro, cuyos discursos todavía duran seis horas, de ahí las cabezadas que se da el país hermano, y continuó en España durante el fransuismo, cuando la Plaza de Oriente, hasta muy entrada la transición. Cierto pariente mío, que llegó a ministro con la UCD, suele repetir cada Navidad el rollo en la mesa camilla familiar de cómo improvisó una vez dos horas de discurso sin decir nada hasta que, por fin, llegó Adolfo Suárez al hemiciclo, recién salido de un atasco, y largó lo de «puedo prometer y prometo», que tal y cual, tranquilizando a la opinión pública hasta que llegó Tejero. Debe ser cosa de familia, porque a mí me pasa lo mismo en el asunto de la paz de ETA escribiendo que si patatín o patatán mientras se aclara Zapatero. «Coño», le dije ayer al ex ministro Núñez Pérez, «con estas mañas ni tú ni éste». No es por nada, pero prefiero al primo de Zumosol.

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