Diario de León

Cosas de aquí | Un clásico leonés

La enredadora mansillesa

El Diario entrega mañana el primer tomo de «La Pícara Justina», considerado por los estudiosos como la obra más compleja y con más lecturas de todo el Siglo de Oro

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E. Gancedo - león
León

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La Pícara Justina es libro polémico y desconcertante. Considerada como una de las obras cumbre del famoso género picaresco, típico del Siglo de Oro español, si en algo se ponen de acuerdo sus estudiosos es en el hecho de que sus páginas esconden muchas más cosas de las que a primera vista parece. Pero el resto ha sido y es discutido y discutible. Para empezar, muy poco es lo que se sabe de su autor, Francisco López de Úbeda, tan poco, que algunos dicen que fue otro su artífice. Se llamara como se llamara, era excepcionalmente crítico «con la fe ciega y militante del racionalismo helénico: vitriólico, escéptico, cínico y despechado», asegura el escritor José Antonio Martínez Reñones, responsable de la presentación de este libro cuyo primer tomo entrega mañana Diario de León dentro de su Gran Biblioteca Leonesa al precio de tan sólo un euro y medio. De La Pícara , además de la céntrica plaza capitalina, muchos se han quedado con el lenguaje floriturero y enrevesado, lleno de dobles y triples sentidos, con el viaje en burrica desde Mansilla de las Mulas -su villa natal, que, como dice Justina, «es pueblo pasajero y de gente llana del Reino de León, aunque pese al refrán que dice: 'amigo de León, tuyo seya, que mío non'»-, la peregrinación a La Virgen del Camino o las desventuras y entuertos al más puro estilo quijotesco. Pero subyace a todo esto, asegura Martínez Reñones, además de una crítica acérrima a la Iglesia, el desprestigio y burla de León y lo leonés como metáfora de todo lo antiguo y lo reaccionario. Escribe en el prólogo Martínez Reñones: «Hay que destacar esta visión de modernidad y universalidad (del autor) que contrapone con lo que él considera la quintaesencia de la involución. No pudo dar mejor en el hueso de lo que pretendía: León, enclavado en el difícil noroeste, suponía el pasado, mientras que por el sur y el este se avecinaba el futuro». Nada nuevo, dice este editor e investigador, pues «simplemente se dedica a continuar la labor de acoso y derribo que desde los primeros romances castellanos se llevan a cabo contra el Reino de León, sus reyes, nobleza, instituciones y gentes; romances que alcanzan su cénit en el Cantar del Mío Cid, magnífica invención donde la saña contra lo leonés (jura de Santa Gadea, cobardía de los infantes de Carrión, el traidor Vellido Dolfos) logra su apogeo». «Esta sedimentación antileonesa para cimentar el nuevo poder castellano -afirma- continúa en la literatura española de manera más floja, pero persistente, a lo largo de toda la Baja Edad Media, pasando por el Siglo de Oro y coleando aún en el XIX. Esto es lo que nosotros llamamos la vertical de la infamia . Y para que sirva de entrante digan si no recuerdan algún choteo o burla contra vaqueiros, babianos, bercianos (ratiños), maragatos, sanabreses, sayagueses, hurdanos, batuecos, extremeños o huelvanos de Lepe». Una novedosa y poco conocida teoría que arroja luz no sólo sobre este volumen, sino sobre muchas otras realidades.

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