Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

La Semana Santa y las elecciones

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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ME SORPRENDIÓ la visita. No suelo acceder a entablar diálogos sin un propósito definido. Hablar por hablar, me parece a estas alturas cronológicas una forma descarada e inútil de pasar el tiempo, de ocupar el tiempo, de aprovechar el tiempo. Pero esta vez cometí un error o fue la natural debilidad de los años, y asistí o concedí la entrevista que se me solicitaba, apelando a nuestra vieja, viejísima, amistad y entendimiento. Se trataba de un chico mayor, de ojos inquietos, de voz bien timbrada y de perfecto sentido del tiempo que se le concedía. Pretendía que interviniera, en mi condición de vecino, en alguna de las ceremonias que la Semana Santa leonesa exigía de todos nosotros. Y yo me resistí cuanto me fue posible por entender que la Semana Santa leonesa, acaso como todas las representaciones en cualquier otra de las ciudades de España, necesitaba, exigía un repaso, un análisis, una renovación. No se puede mantener hasta el fin de los siglos una escenografía y una acción como la que venimos celebrando cuando, aparte lo del capítulo de devociones presuntas, tal como celebramos la representación, aburre, y no cabe pensar ni en respeto a la tradición, ni en dolor religioso ni siquiera en atención plástica, cuando lo que se nos ofrece nos cansa, nos fatiga, nos aleja. La Semana Santa hay que modificarla. Como parece obligado imponer un programa de variación en profundidad al ceremonial laico, pero igualmente aburrido, de las elecciones. No se debiera mantener todavía, cuando todo a nuestro alrededor se mueve, gira y cambia, un sistema de elección política como el que se mantiene, por pereza mental y por temor a perder los puntos conseguidos a lo largo de los siglos. Unas elecciones de convocatoria cerrada, no puede alcanzar ni prestigio, ni confianza ni honestidad en su manejo. Si se trata, como debe entenderse, de una selección nacional para la elección de entre hombres principales y eficaces, los que mejor respondan a las necesidades de la ciudad, de la provincia o de la nación, no puede o no debe ser entregado este menester al criterio cerrado de un grupo, de un partido, de un núcleo de ideofagias... Ha de intentarse por encima o por debajo de todos los intereses partidistas que se inventen, que la democracia sea un instrumento real para la conquista de la libertad a través de la democracia bien entendida. Pues si esta, la democracia, es el gobierno del pueblo por el pueblo, no se puede acudir a la ambigüedad de otorgar al partido el privilegio de elegir la gobernación del pueblo sin el pueblo. El partido puede ser y sin duda lo es, una escuela, una Universidad para la formación del ciudadano, pero la votación corre a cuenta del hombre libre y todo aquel que acepte la disciplina a rajatabla de los directores del partido, no puede considerarse libre, en el concepto que de la libertad cabe desear. El filósofo de la Edad Media dejó establecido: «La política no es en primer término, un hecho económico solamente, sino un hecho vital y espiritual». ¿Vale la definición para la Semana Santa y para las elecciones?

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