Diario de León

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UNA TREGUA, por favor, un pararse, un alto el ruido, gracia pido, un toque de queda a esas cornetas arcabuceras que fusilan la razón y la calma en ausencia de abogados o autoridad que las puedan defender. Cagüen el tararí. No pasaron ni seis días tras concluir el gatuperio pasional y procesionante y ya se empadronaron de nuevo bajo mi ventana golondinera los irritantes golondrinos sobaqueros del mamporro al parche y del metal desgañitado. Ni reposo le dan al cuerno. Ya está aquí la banda que ensaya y ensaya y ensaya y nunca lo aprende y vuelve a ensayar y a repetir y a cornetear la misma frase, idéntico compás y dale que dale al bombo, matraqueo patibulario... Ya no se sabe si tanta insistencia en el ensayo es sólo vicio o es oreja atrofiada y torpona que intentan combatir con cerrilidad cuartelera. Creíamos en el barrio que, conluída la Semana Santa, la paponada tonante remitiría en sus galernas acústicas y nos dejaría un tiempo de tregua por mínima educación, una obligada cura de silencio para el tímpano perforado, porque tres horas cada día y durante nueve meses al año y nueve años seguidos aguantando la misma torrada y chirrido es algo que desquicia necesariamente... o incita al crimen a quien tenga un poco aloriadas la pelota, la paciencia y los machos mal atados. Cuando redundan estas gentes y retumban con su tormenta y su metálico terror musical en tiempo de frío y de persiana echada, la cuchillada a la oreja llega con alguna sordina, pero ahora que el buen tiempo obliga a abrir ventanas, al barrio le desasosiega una disyuntiva: o te asas o te aturdes, o te asfixias o sucumbes. ¿Y la ley de actividades insalubres, nocivas y molestas?... ¿Y la autoridad que ha de velar por ella?... ¿Y los que tienen la obligación de interpelar a la autoridad cuando se fuma todo derecho?... Ah, la autoridad... Es papona también y aquí se persona presa de patas en este cohecho piadoso, en el gatuperio macareno de este circo sevillí y de horterismos barrocos en que están convirtiendo aquella adusta semana pasional leonesa. La autoridad ni asoma; tiene una palangana para bañarse en ella como si fuera un yacusi de votos. Lo necio e imperdonable de este ruido cornetero es que, siendo Pascua que exige liturgia y música de gozo, nos condena a la turra tenebrosa del dolor y del penar. Toma pascua.

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