Diario de León

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EN AGOSTO lo propio es agostarse... y acostarse. Manda la caló (donde mande, porque aquí la helada es sargento; el fresco, general; y el tonto, generalísimo). En agosto, la hierba de cunetas y montes se vuelve pajiza. En julio empiezan las securas y amarillean los campos, pero es en este mes cuando los cardos extinguen su contrato con la tierra firme y se enrolan en el viento para que los lleve a morir lejos. Así es mayormente el agosto que manda en nuestros recuerdos. Pero este agosto, no. Se nos ha atravesado con altibajos y señales: frío en el rostro; topillos, a millones (vaya orgías se han traído); la tularemia, con patas; el miedo, con alas; el cambio climático valiendo para todo (este año se ven menos moscas que nunca y nadie ha reparado en ello, pero cuando se percaten, alguien dirá que es el clima); agosto truculento plagado de plagas y sucesos y sacamantecas y monzones y cacharrazos y devastaciones y... Arde la Castilla furacada de topillo en los rastrojos. Y por si rastrearan hasta aquí esos humos, tiré a la montaña, a Robledo de Caldas, que es fondo de saco donde da la vuelta el aire porque allí se acaba el mundo y el rodar. Tengo muy cosidas con los ojos esas peñas de Luna y me dio alegrón no verlas esta vez vestidas de agosto acostumbrado, sino de junio casi, con verdor en las cunetas y festón de hierba en los altos. Se ve que fue buen año de lluvias y que mayo empapó el tapete del pasto. «Como nunca están esos puertos», me confirmó Paulino, que desde que jubiló al ganado tiene morriña de su chozo de Sancenas. Vi la prueba de ello en el talud de peña que flanquea la carretera que curvea junto al embalse de Luna, pues creció allí una avena loca increíblemente alta para la pobreza donde se sustenta, miserables rendijas entre el murallón de piedra; sí señor, tuvieron que venir bien las lluvias y suavizarse las inclemencias. De vuelta, esparzo la mirada en cada curva del camino: Mirantes, Barrios, La Magdalena, tierras de Ordás, Camposagrado... Esos montes, siempre arreados de fuego, tienen este año un verde prieto de roble rebrotado con preñez de urz y escobón. Las fotos aéreas de hace cincuenta años muestran estos parajes con la cuarta parte de alfombra forestal y arados centenalmente hasta la coronilla. Paradójicamente, tenemos más árboles que antes.

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