Diario de León

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LAS NOCHES más largas del año son estas. Piden sitio en guaridas y cocinas, juntos los de casa, cerca del fuego... y quieren cuento de invierno al bufar la ventisca llamando a concejo a los fantasmas que cabalga el miedo. Nadie campea mejor en estos cuentos de frío y brasas que un lobo fantasmal, como ese de traza robusta, pero caminar confiado y ceremonial, que fue visto merodeando en algunos pueblos de ese valle encarcelado entre peñas que ahí ves al fondo de tus recuerdos, Babia a un lado. Las razones de ese andar casi insolente del lobo las sabe Artimañas, el trampero: eso sólo pueden ser dos cosas; o es muy chulo o es muy viejo. Pero ni él puede asegurarlo, porque de noche los lobos son aún más pardos que los gatos (esos conejos de tejado que comen los que ni alcanzan a tener navidades conejeras), así que en esos pueblos no las tenían todas consigo. Hasta que las tuvieron todas cuando, cayendo una noche cerrada, entró en un corral del barrio alto atacando a un rapaz de corta edad al que pudo acabar degollando si sus gritos no hubieran alertado a los de casa que llegaron al sitio cuando el animal emprendía la huída como una sombra engullida por sombras. ¡Era el lobo!, gritó su padre... Hubo urgencia en reunir a la junta vecinal y acordar: el domingo, después de misa, batida. Hay que matar a esa alimaña. Llegó el día y a la media hora de batida avistaron al lobo. Le cercaron, pero, paradójicamente, ni se espantó ni amagó fuga. El primero que le tuvo a tiro le desfarrapó dos cartuchazos de posta. Cayo fulminado. Hubo algarabía en la partida escopetera y se prometieron celebración. Al atarlo para exhibirlo sobre el capó de la camioneta del guarda alguien reparó en que apenas tenía dientes el animal de puro viejo que era. Pero se dio por resuelto el caso y vengado el rapaz herido. Nadie, sin embargo, sabe que no fue el lobo el asaltante (si merodeaba en los pueblos era por husmear dieta fácil entre basuras), sino un perrángano aloriado y terrorista del chalet de abajo a quien su dueño tarda a veces dos semanas en traer comida para que se vuelva loco celando la vigilancia y rabiándose. Se escapa muchas noches. Es asesino. Pero esos pueblos duermen ya tranquilos ignorando que habrá sin duda otro asalto criminal... y habrá algún otro lobo a quien ensosar la rabia.

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