Diario de León
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ANDRÉS ABERASTURI
León

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TRAS estas elecciones del 9-M han quedado de manifiesto algunas cosas sobre las que sería bueno reflexionar y, si fuera posible, acometer su reforma definitiva en la legislatura que comienza. Así, parece evidente una tendencia h acia lo que Llamazares repitió hasta una decena de veces en su noche triste: el «tsunami bipartidista». También parece haberse demostrado que, pese a todos los pesares, es posible meter la cabeza en el injustísimo reparto de la tarta electoral como ha demostrado Rosa Díez y, por ultimo, que se mantiene ese absurdo llamado Senado al que nadie hace ni pizca de caso y por el que nadie pregunta. No entiendo por qué, pero no hay forma de que una ley electoral, tan absurda a estas alturas de democracia, cambie de una vez y convierta las elecciones generales en eso precisamente, en generales, y no lo que ahora son: el reparto absurdo, incomprensible y, sobre todo, injusto de la voluntad popular. Resulta pesadísimo insistir en las cifras para demostrar -otra vez- que no es serio que prácticamente con el mismo numero de votos (algunos decenas más el partido de Rosa Díez) el PNV consiga 6 escaños y UPyD tan sólo uno y casi de milagro. No es serio que Nafarroa Bay obtenga su escaño con 62 mil votos y a IU le salga cada uno de los dos que tiene por casi medio millón. Y sigan ustedes haciendo cuentas. Pero es que no sólo es una injusticia aritmética sino un freno para todos y un contrasentido. Un freno porque parece imposible entrar en política si no es al amparo de los grandes y por eso es noticia de primera página que alguien como Rosa Díez logre el escaño, endeudada, supongo, hasta las trancas. Y además de un freno a nuevas posibilidades, resulta que el reparto beneficia en cierta medida a los dos grandes (el «sunami» de Llamazares) pero sobre todo apoya y ayuda a aquellos que directa y claramente no pretenden representarnos a todos los españoles sino a unos pocos, catalanes, gallegos, vascos o canarios. ¿Estoy contra los nacionalismos? Personalmente sí, desde luego, pero respeto incluso a los que desean la independencia siempre que lo hagan de forma pacífica. Lo que no puedo aceptar como lógico es que a unas elecciones que de denominan «generales» se admitan y se premien los localismos que tan sólo pervierten luego la gobernabilidad general mediante apoyos que no son sino chantajes encubiertos. Y el que no lo quiera ver así, pues que no lo vea.

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