Diario de León

El paisanaje

Un alcalde muy cabal

Publicado por
Antonio Núñez
León

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TODO EL MUNDO sabe a estas alturas que el alcalde del pequeño municipio berciano de Oencia, José Estanga Rebollal, es un tipo singular empezando ya por los apellidos. En el mundo del rock and rol, que es su afición del alma, ha pasado completamente desapercibido a pesar de haber editado media docena de discos, del primero hará unos diez años, pagándolos todos de su bolsillo, eso sí. Probablemente se trate de otro genio incomprendido que incluso ha demostrado lo erróneo de la famosa frase de Napoleón cuando dijo aquello de que «la música es el menos molesto de los ruidos». Estanga, que como rocanrolero podría clasificarse como precursor de Elvis a toro pasado, gasta un loock que para sí hubiera querido el americano del tupé, de modo que en las recepciones oficiales no tiene pérdida: calza botines de puntera y tacón tejano, gasta melena a lo Búfalo Bill, se cubre con un sombrero entre Gary Cooper y el indio Jerónimo, habla poco, lo cual es de agradecer, y va por la vida de duro. Las escopetas se las quitó la Guardia Civil, hará también una década, porque podía mancar a alguien. La última de Estanga ha sido erigirse una estatua a sí mismo en la plaza de la pedanía de Villarrubín, dentro de su jurisdicción de alcalde del medio oeste leonés. La balasera de críticas en la prensa no se ha heho esperar, entre disparos del PSOE sobre si el monumento había sido financiado por la Junta (60.000 euros, se decía) y los de Estanga en defensa propia, según el cual la placa ha sido financiada por varios amigos. Hombre, yo también los tengo, pero no tan gilipollas, y que me perdonen, como para llegar a esos extremos. En todo caso ha tenido que poner orden en esta trifulca política, propia de una película de Cantinflas, el delegado territorial de la autonomía Eduardo Fernández, aportando papeles de que lo único que se ha pagado ha sido la reparación de la plaza, pero no la estatuilla del prócer local. Pepe, el de Oencia, es un peligro público, si bien no más que otros alcaldes. Todo su delito es ponerse una placa después de arreglar una plaza, mientras que no pocos se limitan a poner la primera piedra y luego no arreglan nada. Los usos de Estanga merecerían ser tomados en consideración y no a cachondeo. Más que nada por lógica: todo aquel edil que acabe el asfaltado de una calle, una carretera, una escuela, el hospital de su pueblo, etcétera, merece que en la obra figure su efigie. Hasta Zapatero debería tener una estatua ecuestre en el Inteco o en la Ciudad de la Energía de Ponferrada, aunque, eso sí, cuando remate las obras. Llevadas a sus últimas consecuencias las teorías estangarianas sería fácil distinguir a los buenos políticos de los malos con sólo contratar a un chino de los de todo a cien para darse un garbeo por la provincia. Luego informaría de que «en tal pueblo tenían un alcalde cojonudo, porque, sin estar en elecciones, todas las esquinas aparecían empapeladas con su retrato, mientras que las calles de otros municipios daban asco y no merecía la pena pegar allí ni un sello de Correos». «Encima», se podría añadir, «los primeros pagan el autobombo de su bolsillo y los segundos son tan rácanos que hasta cobran la tira por salir en la foto, como los famosos del televiseo». «Es la ruina de la profesión», suspiraba también el otro día el único fotógrafo apolítico que nos queda en el periódico pensando en las oportunidades de prosperar en la vida que le han pasado por delante del morro, sin aprovecharlas, por no haberse colocado de retratista de cabecera de cualquier preboste local. «Como Goya, pero garantizando el parecido», remachó con furia el 2 de Mayo. Y razón no le falta, porque entre las casacas de Godoy y Fernando VII, los trajes de la vicepresidenta Fernández de la Vega, las corbatas de Zaplana y su peluquero a navaja, que el de Zapatero peina p'alante, lo que le sobran son modelos históricos que inmortalizar. y, en cuanto a Estanga, viene a ser otro producto de los tiempos modernos que corren ahora, como también hubiera filmado Charlot. Otra cosa diferente a la estética de todos estos personajes es la del monumento de Oencia, que está entre los líctores de una película de romanos y el león de la Metro Golwyn Mayer. Por lo demás las modas políticas cambian continuamente. Si es por renovar la imagen del PP se recomienda desde aquí a Mariano un ascenso para Estanga: la suya está en las antípodas de Aznar y Acebes, aunque, chapapotes y guerra de Irak aparte, tiene más marcha. A mayores llevan votándole en Oencia la tira de años. Respecto a la indumentaria, si bien un tanto extravagante, con otra bastante menos que la suya han elegido a Chiquilicuatre para representar a los españoles en Eurovisión. Menos a mí.

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