Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

Con pan y sin pan, vacaciones...

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VICTORIANO CRÉMER
León

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NO se sabe exactamente cual puede o debe ser la posición del españolito de nuestros días y de nuestras noches cuando recibe el anuncio de que las vacaciones de verano están llamando a su puerta y que le es llegada la hora más dramática del año, aparte el encuentro pacífico con Hacienda. La cuota de vacaciones que corresponde a cada ciudadano es como para mear y no echar gota, pues que mientras por una parte se celebra el ceremonial del sol y playa como si se tratara de un acontecimiento favorable, por otra -quizá la más contradictoria y la menos favorable- se nos advierte del riesgo que entraña fiar de de contrataciones laborales y echarse en brazos de la ley y la costumbre. Y es porque esta fórmula social elegida para tener contento al personal que trabaja, inevitablemente trae aparejados dificultades posteriores, contratiempos inevitables y angustias existenciales, cerrado ya el cupo que legalmente le corresponde a cada contribuyente. Se sabe, incluso a ciencia cierta, que existen centenares, millares de familiares bien amañadas para las cuales efectivamente las vacaciones son una fiesta, un descanso, una forma diversa de vivir y, quizá, quién sabe, una ocasión feliz de dar con la muchacha capaz de satisfacer todas las ambiciones. También se conocen, miles de familias, sin contar con las de rumanos, gitanos, ecuatorianos o marroquíes (con los núcleos pobres de la región) para los cuales no existen veranos festivos y además de comprobar de que todo el monte es orégano, es decir, motivo de meditación y cabreo, no veranean ni en las playas del sur ni en los calores de levante ni en los gozos y las sombras que suelen proporcionar determinados lugares con chiringuito. Son, pocos, los que después de acompañar a los forofos ganadores de eurocopas, a tirios y troyanos, a lo mejor acaban por colocarse la corona de supremos pelotoneros de Europa. Para estos aficionados a pelo, el verano es lo de menos, porque lo que importa es ganar, asistir a los saraos que siempre que se produce una victoria española, como cuando lo del dos de mayo, corresponde que el pueblo entero y verdadero se tire a la calle y salte y vociferree, como si le hubieran anunciado el subsidio de los cuatrocientos euros. Lo que tienen las vacaciones de verano es que solamente satisfacen plenamente a quienes además de poderlas disfrutar plenamente, cuando se acaban, no se obligan los ex-veraneantes a hacer cuentas, a enterarse del estado de la Nación ni de entender el misterio de la desaceleración. Lo triste, lo dramático de este episodio de los veranos con pan y sin pan, es que no todos los años vamos a ganar a los italianos, ni vamos a cerrar el capítulo económico con superávit. ¡Ay! Y la casa sin barrer. Para muchos de los que nos las prometíamos felices, la=s vacaciones son una coña maragata, un motivo de preocupación, se apagaron las farolas y se encendieron los grillos, que diría Federico García Lorca. Pese a todos los pesares, ¡Viva Pérez de Guzmán!

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